Este Espanyol es una inmundicia

Se podría encabezar esta reflexión escribiendo que el Espanyol, solo horas después de quedar atrapado en el AVE, descarrila. Que pierde el tren de Primera. O que vive una Pesadilla antes de Navidad, como la peli de Tim Burton. Pero apenas hay espacio para el humor, acaso solo como terapia para relativizar la adversidad, en un equipo que es carne de Segunda. Que se ha convertido en una ruina, una desgracia. Que, cuando parece haber tocado fondo —como sucedió el día de Osasuna—, siempre está dispuesto a ofrecer una versión más lamentable que el día anterior. Desde luego, no se le puede negar la capacidad de asombrar, pero no por golazos o jugadas de fantasía, sino porque es capaz de superarse en la miseria con la que premia a sus sufridos aficionados.

Primero fue Europa, luego que si la imagen en el Bernabéu o la casta (solo faltaría) que ofreció ante el Betis en Cornellà —donde ha sido incapaz de ganar en esta Liga—. Incluso un 0-2 mediocre ante un Lleida reforzado con jugadores de Segunda Catalana se empleó como síntoma de que el conjunto perico arrancaba, al fin, de verdad. Y así han transcurrido cuatro meses de competición, 18 partidos y 54 puntos en juego. Espejismos para acabar confirmando, cual Sísifo, que siempre se vuelve al punto de partida. A la inmundicia del descenso. Cada vez más acentuado, cada vez más acostumbrados los pericos a un olor a chamusquina que ya casi ni quema, ante la costumbre. Lo que debía suponer la luz al final del túnel, la (enésima) final ante el Leganés, se convirtió en ese repaso de imágenes de la vida que, cuenta la leyenda, pasan por delante en el instante antes de una muerte irreversible.

Por supuesto que, con 20 jornadas aún por delante, urgen medidas. Machín no puede aguantar ni un segundo más habiendo sumado una victoria —hace dos meses ya— en diez jornadas. La delantera necesita efectivos que marquen goles, perogrullada. Y, aun así, quedará lo más complicado: levantar el ánimo y la autoestima de un equipo sin fe, sin alma. Para eso será menester un milagro. Todo lo demás, el sentido común, empuja al Espanyol hacia Segunda.