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Las leyes se crearon para protegernos en algunos momentos y marcarnos límites en otros. También para igualarnos. Por eso me desasosiega cuando no se aplican con rigor, usando un doble rasero. Su presencia crea malestar y desamparo para unos y privilegios para otros. Esta semana se han dado dos claros casos en el fútbol español. El sábado en Anoeta ante dos jugadas idénticas se pitó un penalti a favor de la Real y no se cobró para el Barça. ¿Para que diablo tenemos el VAR? ¿Para usarlo de forma bananera y arbitraria? Leí una vez que si a algún amigo tuyo no le gustaba el VAR no le dejaras las llaves de tu casa. Me gustó la frase porque me gusta la idea de que haya transparencia y de que las cosas sean justas.

El problema viene cuando su uso es caprichoso. Sucede cada partido. Jugadas que se miran y jugadas que no, que hacen que el remedio milagroso agrave la enfermedad. Debería aplicarse siempre que una jugada que pueda ser decisiva. Y punto. Parando el partido las veces necesarias. ¿Queremos un deporte justo o proteger a los árbitros?

Más terrible resulta el doble rasero aplicado suspendiendo por vez primera un partido de una competición española por los insultos a Zozulia. ¿Y los insultos a los árbitros? ¿Y las miles de expresiones racistas y humillaciones a jugadores negros? Se les han tirado plátanos, señores. Recordemos también las aberraciones contra Figo, los linchamientos a Luis Enrique, las pancartas contra Shakira, las mofas cuando estaba secuestrado el padre de Romario, los cánticos sobre la muerte de Juanito.

Se insulta por todo, por ideología, enfrentamientos regionalistas y jamás han detenido un partido aunque lo mereciera. Ha tenido que ser por insultar a un jugador que, como poco, ha fomentado que tengamos dudas razonables sobre su ideología. Señores, o se paran todos los partidos o ninguno, pero el doble rasero, sobre todo ante casos de racismo me resulta una falta imperdonable que desenmascara las prioridades de quien tomó la decisión de suspenderlo. Ustedes dirán.