NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Como anillo al dedo

Madrid

Mi admirado Gustavo López me dijo que cada día está más convencido de que "hay equipos para entrenadores y entrenadores para equipos". Sentencia para enfatizar, por ejemplo, que el Cholo, pase lo que pase, lo será todo la vida para el Atlético. Matrimonios perfectos que no siempre tienen explicación.

Ocurre con Gaizka Garitano y el Athletic. La semana que viene cumplirá un año al frente de los leones. La memoria en el fútbol es muy corta, pero en el botxo se tiene presente lo canutas que se pasaban hace 365 días. El Athletic acumulaba trece partidos sin ganar, Berizzo, que encajó en la sociedad bilbaina y que tuvo el respeto de la afición, tuvo que ser sustituido. Bilbao temía lo que nunca había sufrido: el descenso a Segunda. Un año después, la realidad es otra completamente distinta. El hijo de Ondarru, en su particular Liga, presenta números de Champions. Hoy es el equipo que menos goles encaja, con el Atlético, y ha convertido el bloque en una roca, sobre todo en La Catedral.

La crítica señala que el juego no es brillante. Supongo que alguna vez ocurre. Pero no nos engañemos, San Mamés ha vibrado con el rombo de Jupp Keynckes, ha disfrutado de la regularidad del equipo de Ernesto Valverde, de la intensidad del bloque de Joaquín Caparrós, enloqueció con Bielsa, pero en todos esos casos lo hizo cuando el equipo ganaba. Ni más ni menos.

Gaizka Garitano, entrenador del Athletic.
Ampliar
Gaizka Garitano, entrenador del Athletic.

En eso el Athletic es uno más. Garitano ha evolucionado el equipo mucho más de lo que se le reconoce: ha dado definitivamente la portería al joven Unai Simón, ha cambiado de mediocentro para dar la manija a Unai López, ha conseguido rescatar al mejor Muniain o sacar una versión explosiva de Capa. La sensación es que el siguiente en aparecer será el canterano Sancet, camino de tirar la puerta del primer equipo.

La camiseta del Athletic se le resistió, sólo jugó un partido profesional de rojiblanco, en Génova contra la Sampdoria. Sin embargo, el banquillo le queda como un guante.