Por excelencia y por resistencia
Sin ánimo de remover tumbas, conviene someter a revisión la interesada teoría de que el Madrid le debe su fortuna al franquismo, con el que ganaba sus títulos en el BOE antes que en el campo. La Liga nació bajo la Dictadura de Primo de Rivera y no la ganó el Madrid. Tampoco con la Dictablanda de Berenguer. Sus dos primeros campeonatos llegaron durante la República, cuando Barça y Athletic (dos veces) ya se habían proclamado campeones. La postguerra fue dura para el país y aún más dura para el Madrid. En los años de mayor represión franquista, de 1939 a 1953, quedó en blanco. En ese periodo el Barça conquistó cinco títulos y el Atlético cuatro, dos de ellos bajo la sintomática denominación de Atlético de Aviación. Bernabéu andaba armando el futuro con la construcción del nuevo estadio y el equipo sufrió esas estrecheces.
Después llegó Di Stéfano y cambió el viento para siempre. Sobre su fichaje abundan las versiones, pero sólo existen dos certezas. La primera, que fue la FIFA y no el Movimiento quien arbitró la solución salomónica de que jugará dos años en el Madrid y otros dos en el Barça, de manera alternativa. Le encargó la tarea al expresidente federativo Armando Muñoz Calero, un cirujano muy poco sospechoso de madridismo. Durante la década de los setenta sería vicepresidente del Atlético con Vicente Calderón. El mismo Muñoz Calero había sido, poco antes, pieza clave en la nacionalización de Kubala (previo bautismo del jugador en Águilas, pueblo del dirigente federativo, que una cosa era regatear a la FIFA y otra al nacionalcatolicismo del Régimen) para que pudiera jugar con el Barça dos años aun sin el tránsfer internacional. La segunda certeza fue que el Barça renunció al argentino después de intentar traspasarlo a la Juventus.
A partir de La Saeta mandó el Madrid. También tras su marcha. "Fue el Régimen quien se subió al autobús de Di Stéfano", sostiene Inocencio Arias. Y si caben favores federativos (y arbitrales) al club en los sesenta, setenta y ochenta, que caben, también cabe recordar las posteriores vicepresidencias de larga duración de Núñez (llegó a presidir incluso una asamblea de la FEF) o Gaspart, de cuya influencia presumieron sobradamente uno y otro. O el papel de Laporta, afecto al régimen (de Villar) en tiempos de frontal y no siempre inteligente oposición madridista. En cualquier caso, el Madrid construyó su mito desde los principios de Di Stéfano: la excelencia y la resistencia. En los 33 títulos se alternaron lo uno y lo otro. Hubo tiempos en que nadie jugó mejor que el Madrid (el final de los cincuenta, el esplendor de los yeyés o la Quinta del Buitre) y hubo tiempos en nadie perseveró más que el Madrid (de los Garcías a las dos experiencias con Capello, capaz de derrotar al Barça de Ronaldo), club que ha hecho de la persecución un arte. El último acelerón del Barça, con Messi al volante, vuelve a ponerle en guardia. Y si se le olvida, ahí está Zidane para recordar lo que vale LaLiga.