Rubiales empuja a Luis Enrique a la incomodidad

Exito que no se festeja es malo para el fútbol y lamentable como mensaje. La Federación Española impidió con su torpeza, escapismo, medias verdades, pábulo a la rumorología y falta de clase que las victorias de la selección sobre Malta y Rumanía (12-0 en la suma de partidos) se celebraran como merecían los jugadores, el seleccionador y los aficionados. Saber perder es difícil, pero saber ganar parece más complicado todavía en la Federación.

La Selección respondió con goles, energía y buen juego a la innecesaria situación que el presidente Luis Rubiales y José Francisco Molina, director deportivo de la FEF, promovieron el viernes, antes del enfrentamiento con Malta. La prensa detectó inmediatamente la salida de Robert Moreno como seleccionador y el regreso de Luis Enrique al cargo, no sin contradicciones y alguna falsedad de los dirigentes. Molina quedó ayer en evidencia ante las preguntas de Javier Hérraez, el excelente periodista de la Cadena SER.

No ha existido ni discreción, ni elegancia, en este caso. Todo el mundo comprendería y se habría felicitado por el regreso de Luis Enrique, pero Robert Moreno merecía el reconocimiento de sus patrones. Se hizo cargo del equipo en un momento traumático y ha logrado la clasificación sin derrotas y varios partidos magníficos. Robert Moreno se había ganado el derecho a disfrutar del éxito y no el cicatero "ya puede volar solo" que le dedicó Rubiales después del partido con Rumanía. Moreno ya había volado solo y muy alto con la Selección.

Molina y Rubiales durante la rueda de prensa de ayer.

Por imperfecta que se haya convertido la relación entre Moreno y Luis Enrique, era una situación fácil de resolver: honrar al joven entrenador, unos días para preparar el regreso del anterior técnico, establecer el nuevo staff de ayudantes –con o sin Moreno- y comunicar la decisión. Sin embargo, ha vuelto a prevalecer la chapuza en una casa instalada en el conflicto. Se abren fuegos por todos los costados y se transmite una volatilidad que de ninguna manera beneficia al fútbol español.

Abortado el festejo por la clasificación, Rubiales y Molina se extendieron durante hora y media en nerviosas y torpes explicaciones, pero lo peor de todo es que colocaron a Luis Enrique en una situación incómoda. La Federación estaba obligada a limpiarle su lógico camino de regreso, evitarle polémicas innecesarias y no trasladarle las patatas calientes que les queman a Rubiales y Molina.

Luis Enrique merecía un retorno tranquilo. Sin embargo, las imprecisiones de la Federación y un torpe discurso le colocan en una incomodidad poco deseable, aumentada por lo que puede interpretarse como una penosa explotación –no menos de 10 detalladas alusiones- del drama personal de Luis Enrique, un hombre que siempre ha pedido silencio y respeto en un asunto tan conmovedor.