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Cuando la familia es el verdadero oro

La natación llegó a su vida cuando Nuria era apenas un bebé. Pere y María José, sus padres, pensaron que ese deporte podría ayudarla a convivir con su discapacidad en el día a día. Una idea que también confirmaron sus médicos. Así, poco a poco, de cursillo en cursillo, de competición en competición, la piscina se terminó convirtiendo en su hábitat y su inspiración. Su familia, siempre a su lado, sólo le pidió un requisito: el esfuerzo. Nuria debía corresponder en el agua a la entrega de los suyos, llevándola a cada entrenamiento. La entonces sirenita cumplió la promesa con nota porque si algo la define es su autoexigencia.

Esa pasión por la piscina también la comparte Mauri, su hermano menor, quien juega al waterpolo. “Empezó con la natación por no llevarle al fútbol”, bromea Pere. Él suele acompañar a Nuria y María José, a su hijo. La importancia de la familia cobra una dimensión especial cuando convive con el deporte de élite y llegan los éxitos. Es el pilar fundamental para no despegar los pies del suelo y seguir formándose para el mañana. Nuria lo tiene claro y hace malabares para compaginar los entrenamientos en el CAR de Sant Cugat, sus estudios de fisioterapia en la Universitat Autònoma de Barcelona y las prácticas. Es feliz y su eterna sonrisa la delata. La sirenita ya es sirena. Esa metamorfosis se produjo en Río, cuando se colgó el oro en su primera prueba contra todo pronóstico y con 17 años. Ahora mira a Tokio, piensa en seguir cumpliendo sueños y ellos, su familia, volverán a ser su aliento...