La tómbola granota
El Levante es un equipo raro, complicado de etiquetar. El que más sistemas diferentes ha utilizado en lo que va de Liga, el que más nombres cambia en sus formaciones iniciales, la ecuación imposible para los descifradores de onces ideales. Sólo nos deja entrever algunas constantes: se crece en el vértigo, es bueno transitando hacia adelante, ataca con muchos, se siente cómodo en el ida y vuelta y le gusta defender lejos de su portería pero sin volverse loco en la presión adelantada. Todo lo demás es incierto: ¿jugará en 4-4-2 en rombo o en línea?, ¿situará a Morales en una banda o de punta libre?, ¿Rochina actuará por dentro o por fuera (o no actuará)?, ¿Campaña será el centrocampista más retrasado, el mixto, el media punta o caerá a un costado?, ¿el titular en la izquierda es Clerc o es Toño?, ¿Bardhi será la figura o calentará banquillo porque se supone que es intermitente?, ¿Roger será el nueve o será Mayoral o serán los dos juntos?, ¿Hernani es revulsivo o empieza?, ¿la tarde será anodina o nos subirá a un carrusel de sensaciones extasiantes?
A veces, incluso puede ser dos equipos distintos en un mismo partido. Como el sábado ante el Barça, cuando logró que se desencadenara la tormenta sorprendiendo a un rival que se sentía a resguardo en la aparente calma de un 0-1 sin amenazas. Un huracán que salió de ninguna parte: los satélites no lo habían detectado y no aparecía en las previsiones meteorológicas. Tampoco es tan extraño que lo imprevisible ocurra con el Levante.
A unque a los analistas nos fastidien los equipos tan poco ortodoxos porque nos obligan a movernos en parámetros diferentes y nos sacan de la cuadrícula de los sistemas fijos y las etiquetas, que en LaLiga tengamos un equipo como el Levante es una excelente noticia. Y que a veces derrote a los grandes, más aún. En este fútbol tan previsible de hoy en día necesitamos a gente distinta que invente nuevos lenguajes y que desafíe los inflexibles mandamientos de los manuales académicos. Como Paco López.