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Barça, el equipo que nada contra sí mismo

No hay muchos antecedentes de esta desgracia. No se salvó nadie de la ruina. Agarrados a la rutina, los mejores de LaLiga fueron de pronto los peores, y además los empeorables. Peor imposible. El Barça perdió la ética y la estética, el fútbol y la honra, todo a la vez, no sucesivamente: todo a la vez. Sin juego ni ganas, atado a la mediocridad, un fútbol cínico, sin honor.

No hubo ni suspiro entre la derrota y la humillación. La arrogancia se paga así, de pronto, no poco a poco. Un rayo partió al equipo en los primeros segundos después del descanso. Y es que después del descanso hubo de nuevo descanso, y el Levante azulgrana se hizo más azulgrana que el desviado amarillo que tenía delante. Una vergüenza que la historia señalará como un aviso.

El único defensa activo, en la primera parte, fue un delantero, Griezmann. Messi dejó que todo ocurriera bajo su supervisión y sólo se adentró en las tinieblas del juego cuando marcó el penalti. Luego recuperó la iniciativa, avergonzado, y marcó fuera de juego la luz escasa de la honra. Ni así. Tras ese falso resplandor el equipo siguió nadando contra sí mismo, en una fiesta sin nada que celebrar. Una tarde marcada por la desgracia de un conjunto sin alma.