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En lo relativo a la carrera de los jugadores, se suele decir que lo difícil no es llegar a Primera División, sino mantenerse. Pero es una media verdad, porque llegar es en realidad muy difícil.

Sin embargo, lo realmente jodido tampoco es mantenerse, sino volver. Cuando uno es joven no se le juzga por lo que es, sino por lo que promete. El canterano o el fichaje inédito remiten siempre a un mañana feliz. Toda vez que el futuro no está escrito, para el entrenador, el club, la grada y el entorno, es más fácil dar la oportunidad a alguien joven que a un veterano que ya tuvo una primera chance. Hacer debutar a un canterano es a veces tirar una moneda al aire. Apostar de nuevo por un veterano es la verdadera jugada arriesgada, pues el jugador curtido es ayer y hoy, es historia y realidad, no un mañana no escrito.

Íñigo Pérez salta al campo en sustitución de Chimy.
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Íñigo Pérez salta al campo en sustitución de Chimy.MIKEL SAIZDIARIO AS

Escribió Roberto Arlt en uno de mis cuentos favoritos de todos los tiempos: "Nadie se imagina el drama escondido bajo las líneas de mi rostro sereno, pero yo también tuve veinte años y la sonrisa del hombre sumergido en la perspectiva de un triunfo próximo". A veces, despuntar demasiado pronto es una pequeña condena para el jugador, pues se le mide con una vara que es siempre injusta: la de lo que en teoría, y solo en teoría, pudo llegar a ser.

El domingo, uno de esos veteranos hizo su re-debut en Primera. Hablo de Iñigo Pérez, que había jugado su último partido en la máxima categoría hace siete años y siete días, con la camiseta del Athletic Club. Antes, había sido uno de los jugadores con más talento de Lezama. Pero la mala suerte, las lesiones y esos reveses que a veces tiene el vivir hicieron su aparición, e Iñigo tuvo que reinventarse durante varias temporadas en Segunda División. Lo malo de las travesías en el desierto es que no sabes cuánto durarán. Lo bueno, que siempre te convierten en alguien mejor y, además, que te das cuenta de que puedes disfrutar del camino sobre la arena. El Iñigo que debutó en Primera hace diez años no era casi nada, apenas un niño que soñaba un futuro. El de hoy es un hombre real, con un pasado y un presente. Con el Iñigo de 2009 soñamos los hinchas del Athletic. Al de hoy, aun en la lejanía, le admiramos.