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Es placentero descubrir que de repente las cosas no están en su sitio, como el Granada. Hablamos de un equipo sin estrellas, que viene de Segunda División, y que este verano gastó 7,5 millones de euros en fichajes. En cierto sentido, eso ni siquiera es dinero. Y, sin embargo, lidera LaLiga. Habrá quien se acuerde del diseñador francés Christian Lacroix, que en los noventa proclamaba en 'Vogue' que "es terrible, pero a menudo la ropa más atractiva es la de la gente pobre".

Pocas veces mirar la clasificación produce el sano efecto de la sorpresa. Por eso hay que aprovechar. No siempre va a imperar este caos, ante el que casi te dejas llevar por la ridícula idea de que cualquiera pueda ganar el campeonato. Imagino que la gente maniática se sentirá incómoda solo de ver al Granada por encima de Madrid o Barça. Eso vuelve aún más celestial su liderato, como cuando conoces a alguien que se ausenta de su salón un minuto y al volver detecta que has movido los cojines del sofá un centímetro, cosa que lo pone de los nervios, así que en adelante siempre que puedes descolocas un centímetro todo.

El fútbol, y cualquier cosa, adquiere interés a medida que lo estudias a fondo y cada vez lo vas entendiendo un poco menos. Desconocemos cuánto tiempo durará ahí arriba el Granada, pero ¿y qué? Algunas historias son como empiezan, o como se vuelven cuando llegan a la mitad, y no siempre como acaban. Da igual que sea un liderazgo accidental, fruto del aplazamiento del Barça-Madrid. Será una historia que sobreviva al tiempo y las debacles por venir. La mayoría de nosotros solo tiene una historia que contar, sostiene Julian Barnes. Eso no quiere decir que solo te suceda una vez en la vida: hay incontables sucesos que conviertes en incontables historias. "Pero solo hay una que importa, solo una que a la postre vale la pena contar". Y este liderato, que muestra que el mundo al revés solo es una posición de las muchas que puede adoptar, tal vez sea la gran historia del Granada, sin que importe demasiado cómo acaba.