Machín era la cara y Gallego, la cruz
Hace poco leí a no sé qué típico vendehúmos, uno de esos que llenan sus bolsillos a base de charlas TED, que cuando se quiere decidir entre dos opciones, lo mejor es asignar una de ellas a cada cara de una moneda y tirarla. En su vuelo, y sin ayuda divina, aparecerá la inspiración. La mente deseará que caiga de uno de los dos lados y se tendrá, sin coger la moneda, la solución a la indecisión. No lo probaré, pero aconsejaré hacerlo.
Me imagino a la directiva del Espanyol, en cuanto conoció la marcha de Rubi en mayo, haciendo un ejercicio parecido al planteado por este ‘pseudogurú’, con Machín siendo la cara y Gallego, la cruz. El experimento tuvo que salir rana. Desde que salió cruz, tuvimos la sensación de que veríamos a un entrenador en interinidad, como si supiéramos que la otra opción era la deseada.
El cambio, por intuido desde entonces, no deja de ser sorprendente. No solo se cambia de entrenador, se cambia, otra vez, de estilo, de discurso y de todo. Ambos parecen antagónicos. Del practicismo de Gallego, maquiavélico en muchos casos, al fútbol preciosista que vende la ‘filosofía Machín’. Del clásico 4-4-2 de Gallego al novedoso 3-5-2 mutante de Machín que podrá poner en práctica con una plantilla que siempre pareció diseñada para él.
Que sea bienvenido a este banquillo de alquiler, es el 18º inquilino en 18 años. Su suerte será la de todos.
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