Márquez es de otro mundo

Lo ha vuelto a hacer y casi nada nuevo se puede decir al respecto. Marc Márquez suma otro título mundial a su palmarés y se afianza entre las grandes leyendas en los anales del motociclismo. Y decir esto a su edad se traduce en un potencial inimaginable sobre lo que está por venir, resulta evidente que la ambición de este chaval no conoce límites. No es sólo lo que consigue, también la forma en que lo hace. Su estilo en la pista, la manera en la que domina esa moto salvaje que es la Honda, su umbral del riesgo, la gestión de los tiempos, la relación con su equipo, su inteligencia descomunal… Cada detalle refuerza un talento innato que yo, personalmente, jamás había visto en este deporte y que, además, evoluciona temporada a temporada alejándose de cualquier conformismo.

Márquez ha logrado algo que me parece tan excepcional como tremendo cuando se habla de los mejores entre los mejores: que sus rivales salten al asfalto pensando que difícilmente lograrán ganarle. Por supuesto que lo intentan con todas las fuerzas cada domingo, solo que aceptando que un segundo puesto no es tan mal resultado visto lo visto. Algunos lo reconocen públicamente, los demás lo digieren en su fuero interno. Unos y otros son conscientes de la magnitud del desafío, intentan comprender qué es lo que les distancia de ese modo. No aciertan a adivinarlo, quizá porque la cuestión sea tan simple como inasumible para sus contrincantes: ¿y si Marc es el mejor de la historia? En todo caso, felicitémonos por disfrutar de semejante fenómeno.