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James: te quiero, cafetero

Viva Colombia. El fútbol es para los artistas. Una máxima que, curiosamente, a veces vulneran los entrenadores que tuvieron ese rango hasta alcanzar la excelencia. Zidane fue un jugador exquisito, un cisne con botas. Era el hombre que susurraba a la pelota. Por eso choca más su frialdad con algunos de sus hombres. El caso más significativo es el de James Rodríguez. Un zurdo delicatessen, un jugador diferencial, uno de esos tocados por la varita que hace cosas diferentes que justifican el elevado precio de una entrada. Las lesiones de Isco y Modric lograron que en el arranque del curso el colombiano fuese titular. Creíamos ingenuamente que Zizou por fin abría los ojos con el cafetero. Pero desde hace unas semanas el marsellés ha empezado a enviar a James a la frontera del ostracismo. Ante Osasuna sólo nueve minutitos; en el derbi del Wanda, un cuarto de hora; en la tarde de brujas de infausto recuerdo, directamente a la grada; ante el Granada, ni bola hasta el minuto 82... Si yo fuera James me frustraría. Cuando juega es de los mejores y siempre aporta soluciones tácticas al equipo, además de compromiso en la presión y el repliegue. Y se le enciende la luz mientras que a otros se les baja la persiana. Por eso, cuando James firmó el 4-2 con un remate de derecha templado, el Bernabéu explotó de alegría para abrazarle. James se quitó la camiseta y se la regaló a unos compatriotas que no pierden la fe en su estrella. El estadio empezó a corear su nombre con ímpetu y con un evidente aire reivindicativo. ¿Lo habrá escuchado Zinedine?

Por fin Hazard. En una tarde de reivindicaciones individuales (James, Valverde, Modric, Carvajal...) irrumpió el más esperado de todos: Eden Hazard. El belga llevaba tres meses amagando, pero no le salía nada. Ni marcaba ni asistía. Todos sus amagos y fintas morían en la orilla. Se estaba macerando la salsa para empezar a debatir la idoneidad de su fichaje, algo injusto porque de calidad va sobrado. Sólo era cuestión de esperar. Y el día llegó. Un jugadón soberbio de Valverde (¡uruguayo!) permitió a Hazard encarar a Rui Silva y batirle con la sutileza y la eficiencia de los buenos. Eden ya ha abierto su melón. Se ha hecho querer, pero seguro que a partir de ahora se quitará una mochila que empezaba a estar llena de piedras y desde ahora disfrutaremos con sus genialidades.

El Granada. Un equipo de autor. Diego Martínez es un técnico con personalidad y con método. Nadie ha regalado a los granadinos marchar segundos en la clasificación liguera. Analicen con qué fiereza entraron de nuevo en el partido tras tenerlo perdido claramente (3-0). Cierto que Areola les abrió la puerta con ese penalti que absurdamente cometen muchos porteros por creerse Piqué o Ramos. En el área ningún central juega con fuego de esa manera. Pero luego el Granada tiró de brío, pizarra (así llegó el 3-2) y de ambición calculada. El fantasma del 3-3 sobrevoló el Bernabéu. Pero llegó James, nuestro querido y admirado James, y desterró todos los miedos. El 16 sigue siendo un jugador 10...

Líderes felices. Me transmiten su ilusión por llegar al parón de selecciones en el Everest de LaLiga mis amigos de las peñas de Calasparra (Murcia), Santiago Bernabéu de Malagón (Ciudad Real) y Pimentonera de Jaraiz de la Vera (Cáceres). Este liderato, justo pero inesperado va, allá en el cielo, por Tomás Castro, un burgalés noble y honesto que se nos ha ido con sus 13 Champions en el corazón.