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El aliento de la locomotora

Empecé a escribir la primera mitad de esta columna antes del partido Lokomotiv-Atleti. La segunda mitad la escribí después del pitido final. Tengo que reconocer mi simpatía por un equipo llamado así, Lokomotiv. Yo, músico hasta las trancas, todo lo convierto en música, todo lo relaciono con alguna canción o con algún disco o con alguna banda o algún concierto. El Lokomotiv me recuerda, sin dudarlo ni un solo segundo, a una canción llamada ‘Locomotive breath’ de la prodigiosa banda británica Jethro Tull. Me gusta traducirlo como “el aliento de la locomotora”. Una maravillosa copla con un no menos maravilloso título. Así que cuando escuché por primera vez ese nombre de ese equipo de fútbol, Lokomotiv, lo asocié inmediatamente a la canción y me cayeron muy simpáticos, con el añadido de ser de Moscú, ciudad por la que también tengo mucha simpatía (incluso sin conocerla).

Una vez terminado el partido me dispongo a escribir la segunda mitad de la columna, y puedo decir sin temor a equivocarme que me cae mejor que antes, si cabe, el Lokomotiv. Reconozco que estaba predispuesto a que me cayera fatal si perdíamos, y a que no me gustara nada Moscú tras la derrota (incluso sin conocerla). Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros.
Estoy en Tarifa, Cádiz, pasando tres días de vacaciones, y tuve que buscar un bar donde pusieran el partido por televisión. Al final encontré uno. Había en él cuatro madridistas que acababan de ver el Real Madrid-Brujas y no estaban de muy buen humor. Y también había dos rusos que tampoco estaban de muy buen humor. La soledad de un atlético feliz en un bar lleno de gente de mal humor. Al final, los dos goles y la pasión de Simeone nos llevaron en volandas. Esa es nuestra locomotora desde hace años: Simeone. Y los rusos del Lokomotiv han sentido el aliento de la locomotora en el cogote. The locomotive breath.