El Madrid vuelve a elegir los malos hábitos

Una tarde que rozó el desastre devolvió al Real Madrid al preocupante estado que derivó en el trastazo de París. Requirió de los cabezazos de Sergio Ramos y Casemiro en el segundo tiempo para empatar con el Brujas, un equipo vulgar, con déficits evidentes, pero con dos cualidades apreciables: la velocidad de sus delanteros y el espíritu combativo, siempre necesario para sobrevivir en el Bernabéu, por fácil que se lo ponga el Real Madrid a sus rivales. Esta vez se lo puso facilísimo.

La primera parte figurará en el inventario de horrores del equipo, que se había comportado con sobriedad y bastante firmeza en los tres últimos partidos de Liga. Si eso significaba un avance con respecto a su flojera anterior (toda la temporada anterior, los amistosos del verano y el arranque de este curso), frente al Brujas envió al garete sus buenos propósitos. Regresó el equipo desordenado, caótico en el capítulo defensivo, largo de líneas y entregado a las ocurrencias individuales.

Hace una semana, cuatro jugadores del Real Madrid fueron incluidos en la lista de The Best, el invento de la FIFA para robarle el plano al Balón de Oro. Por discutible que fuera la alineación elegida, ningún equipo del mundo contaba con más jugadores. Entre los que no estaban había una colección de estrellas, entre ellos dos campeones del mundo (Kroos y Varane) y Benzema, el mejor futbolista del Real Madrid en los últimos meses. En el banquillo son habituales tres fichajes, Militao (50 millones de euros), Mendy (45 millones ) y Jovic (60 millones), que están pasando inadvertidos. Juegan poco o muy poco.

El Brujas nunca debería de ser un problema para el Real Madrid, menos aún en el Bernabéu. Con carencias técnicas muy visibles en la mayoría de sus jugadores, el equipo belga encontró un pasaporte a la victoria en el primer tiempo. Bastaba un pelotazo a sus delanteros, el surafricano Tau y el nigeriano Dennis para desestabilizar a la defensa del Real Madrid. Dennis representó al milímetro las características de su equipo. Veloz y limitado. Marcó dos goles por casualidad, pero sin oposición, dos llegadas limpias contra Courtois, solucionadas con tropezones que engañaron al portero.

La grada. El partido señaló un nuevo fenómeno: la hinchada, que suele crecerse en la Copa de Europa, fue muy áspera con varios jugadores. Lucas Vázquez se equivocó en sus tres primeras intervenciones y pareció muy afectado. Courtois tampoco es un favorito. Tras el descanso le sustituyó Areola, recibido con ovaciones, como si hubiera jugado toda la vida en el Real Madrid. Podía interpretarse como ovaciones a uno que ya no está: Keylor Navas.

La desconexión presidió el encuentro. Más que a un equipo, el Madrid recordó a la clásica reunión de futbolistas que se acaban de conocer un minuto antes del partido. Hazard sale muy perjudicado de esta situación. Busca y no encuentra. Le buscan y no le encuentran. O le encuentran lejos de donde le conviene al equipo.

A la falta de rigor defensivo y ofensivo, se añadieron errores individuales sorprendentes en jugadores con todo el crédito del mundo. Modric, que rara vez se equivoca, cometió un fallo aparatoso en la jugada que precedió al segundo gol del Brujas. Ni tan siquiera se apreció el grado de energía que se necesitaba para maquillar el caos general. Algo parecido al orgullo surgió en el segundo tiempo, con el ingreso de Marcelo, que tampoco tira cohetes ahora mismo, y Vinicius, más activo que feliz en sus intervenciones. Es curioso su caso, el Bernabéu empieza a colocarle en la lista de sospechosos. Sólo tiene 19 años, pero hay gente que se cansa muy poco.

El arreón sirvió para el empate, nada más. El Madrid se desinfló en los últimos minutos, con el Brujas disminuido, con diez jugadores y el susto en el cuerpo. En tiempos normales hubiera sido una bicoca. Por lo visto, no son tiempos normales.