Justicia para Orlando

Llegas a los tacos de salida en un momento ideal, con la sensación de que el oro mundial está a tu alcance. Un año de preparación y éxitos ha pulido tus piernas, tu técnica, tu mentalidad... Los 110 metros vallas son una prueba de velocidad, también de precisión. Sabes que tus rivales son más rápidos en la salida, los tienes estudiados, igual que conoces tu capacidad de progresión y que tu segunda parte es mejor. El guion debe auparte al podio, ya veremos con qué medalla. Sólo hay una pieza en el tablero que te chirría, que no te convence. A tu izquierda corre uno de tus principales opositores, el vigente campeón olímpico, a quien conoces bien. No hay duda de su calidad, aunque su currículo también recoge actuaciones polémicas, invasiones de calles vecinas, carreras atropelladas, caídas... Omar McLeod es un velocista agresivo, sucio en el ataque a las vallas. Nunca le hubieras elegido a tu lado, pero es lo que toca. Y el peor presagio se cumple: sales mal, remontas hasta el podio, eres plata de momento... Y una violenta maniobra del jamaicano echa al traste tu trabajo y tu ilusión.

Orlando Ortega era la principal baza para la Selección, venía de ganar la Diamond League... Algo extraño tenía que suceder para bajarse del podio. Y sucedió. El hispano-cubano lo calificó de “robo” y “estafa”, y pidió justicia a la IAAF. La RFEA puso una reclamación. Deberían existir protocolos para casos así, porque Orlando no perdió la final por errores propios, sino por una irregularidad del desbocado McLeod, que invadió su espacio, le desestabilizó en pleno salto con contacto incluido, se cayó en su calle... No es justo perder una medalla así. ¿Cuál es la solución? Quizá repetir la final, aunque eso penalizaría a otros atletas. Tal vez duplicar una medalla para Ortega, pero cuál de ellas. La decisión no es fácil, pero la IAAF debería tener un gesto por la credibilidad de la competición.