Vinicius, terrestre; Rodrygo, aéreo

La velocidad de crucero en el campeonato se alcanza cuando se ganan partidos donde la superioridad es grande, pero el juego no impresiona. De ese perfil fue la victoria del Real Madrid, que se impuso sin dificultades a Osasuna. Los dos equipos jugaron con eso que ahora se llama segunda unidad, salvo dos o tres titulares para dar empaque. El Madrid aprovechó el partido hasta el hueso: venció con los suplentes en el campo, no atravesó por ningún apuro, ofreció descanso para los titulares que jugarán el derbi del Metropolitano y encontró el gol a través de los dos jóvenes brasileños, Vinicius y Rodrygo. Todo le funcionó bien, excepto el juego, suficiente para ganar pero no para entusiasmar.

Es difícil entusiasmar con tantos jugadores nuevos. La actuación de varios de ellos fue buena, vistosa, prometedora. Sin embargo, no trasladaron los buenos propósitos al juego colectivo. Existió más cohesión para defender que para atacar, faceta que quedó para las internadas de Odriozola, la potencia de Vinicius y la clase de Kroos como pasador y chutador. En el medio campo, Casemiro se impuso sin contemplaciones. También se apreció una mejoría en Militao. En Jovic, no. Se le fichó como goleador y sigue sin marcar.

Jagoba Arrasate eligió el equipo suplente para enfrentarse a los suplentes del Madrid. No acortó la distancia de calidad. La empeoró. Osasuna venía de ofrecer un fútbol atractivo y vibrante en los últimos partidos. No lo consiguió en el Bernabéu. Los titulares perdieron la oportunidad de jugar en el Bernabéu y los reservas fueron gaseosos. Buenas maneras, pero sin calado futbolístico. Areola, que debutó en el Real Madrid, asistió como un turista al partido.

El Madrid aprovechó el partido y la alineación de Osasuna para tramitar una victoria definida por dos momentos: los goles de Vinicius y Rodrygo. A Vinicius se le silbó levemente poco antes de marcar el gol. El fútbol comienza a caer en la desmemoria. Hace menos de un año, un chaval de 18 años se rebeló contra la decadente trayectoria del Madrid y se erigió en el único motivo de alegría en Chamartín. Ahora se le empieza a ver con sospecha, como si fuera un veterano revenido. Es el fútbol de ahora, cada vez más sujeto a lo instantáneo y al olvido. Vinicius tiene 19 años, no 39.

Es un jugador de gran potencial, sometido a una enorme presión. La rebajó con un gol celebrado con una emoción incontenible. Cuando se habla de un fútbol sin corazón, sin compromiso, conviene observar reacciones como la de Vinicius, poética por su sinceridad y genuina alegría.

La celebración de Rodrygo fue más deliberada, con genuflexiones dedicadas al público. Marcó un excelente gol, digno del jugador que es: ligero, vertical, astuto, con una alta gama de recursos técnicos. Procede de Brasil como Vinicius, pero es otro tipo de jugador. Se diría que Vinicius es terrestre y Rodrygo, aéreo. Dos magníficos proyectos para el futuro, con un techo quizá más alto para Rodrygo. De eso, o de lo contrario, se encargará el fútbol en los próximos años.