Ansu Fati cambió el estado de ánimo
El partido del Camp Nou dejó un resultado, digamos, insulso: un 2-1 a favor del de casa viene a ser de lo menos que se despacha en fútbol. Pero dejó cosas. Dejó tres puntos para el Barça, que animarán la cara de Valverde, al que vemos últimamente demasiado taciturno y eso no le sienta bien a casi nadie. Dejó la recaída de Messi, que aumenta la zozobra del barcelonismo. Dejó la sustitución de Luis Suárez, pitado por la mayoría del estadio en su retirada, aplaudido por la grada de animación. Dejó el regreso de Dembélé, que salió por Messi, y ni fu ni fa. Y dejó, de nuevo, unos espléndidos minutos de Ansu Fati, el chico preferido.
El Barça lo estaba pasando mal cuando salió el benjamín. Lo que había empezado con un 2-0 muy rápido, que parecía pórtico de una goleada, se empezó a torcer el 29’ con las visibles molestias de Messi, se enredó más con el 2-1 de Cazorla al borde del descanso y empeoró definitivamente cuando tras él no salió Messi. Valverde escogió para ese cambio a Dembélé por delante de Ansu Fati, lo que provocó un run-run. Las opiniones sobre quién tiene que estar delante se dividen estos días entre la grey culé. El caso es que el Villarreal salió mandón y amenazante y eso sólo se acabó cuando salió Ansu Fati por Luis Suárez.
Demos mérito también a De Jong, cuya aparición, antes que la del chaval, serenó algo al equipo. Pero el vuelco lo dio Ansu Fati con sus arrancadas peligrosas, que elevaron el espíritu de la grada, alegraron el estado de ánimo del equipo y encogieron al Villarreal. Su aparición no dejó el fruto de ningún gol, aunque cerca estuvo, pero desde luego provocó que el Villarreal se encogiera, que abandonara esa familiaridad con el juego de que estaba disfrutando hasta su salida. Fue, en definitiva, un nuevo examen brillantemente superado por un jugador que está llamado a cosas grandes. Se siente tan feliz con el balón que nada le asusta cuando lo tiene consigo.