El efecto rebote y la revolución del Madrid en Sevilla

En caso de duda, más de lo mismo. Es el mensaje que envió Zidane al equipo, el club y el madridismo. Alineó en Sevilla el mismo equipo que salió destrozado de París, en medio de una impresión inevitable de crisis. La situación se volvió especialmente grave para el técnico, sometido a duras críticas y a una extrema vigilancia mediática. El partido contra el Sevilla cobró un carácter inusual en la quinta jornada del campeonato, pero de ese material está construido el fútbol, más aún en el Real Madrid, donde las urgencias no cesan.

El equipo había dado motivos en París para una revolución en Sevilla. Decepcionaron todas las líneas y casi todos los jugadores. El ruido de la derrota amplió el descontento del madridismo, sumido en la incertidumbre desde la pretemporada. En estas situaciones los entrenadores suelen buscar un remedio de choque, la agitación que pide el público y la oportunidad que piden los habituales suplentes. Zidane, no. Eligió a los mismos.

No era una decisión fácil, pero se ajustó al perfil de Zidane. Es un técnico de lealtades. Ofrece lealtad a sus futbolistas habituales a cambio de una respuesta similar. Dos temporadas atrás, recurrió a los veteranos que habían ganado dos Copas de Europa para afrontar una inquietante recta final de temporada. Todo pasaba por eliminar al París Saint Germain de Neymar, Mbappé y Cavani. Sin Liga ni Copa a la que apelar, el Madrid superó al equipo francés, el Bayern de Múnich y la Juve. Alcanzó la final y la ganó. Se interpretó como una conexión ejemplar entre un técnico en peligro y unos futbolistas muy cuestionados.

Benzema lleva cinco goles en las cinco jornadas que se han disputado en LaLiga.

El equipo roto de París venció con todo el mérito del mundo al competente Sevilla que encabezaba la clasificación. No defraudó el Sevilla. En todo momento pareció un equipo bien trazado, firme, con recursos en todas las líneas. Fue el mismo incomodísimo rival que tantas frustraciones le ha provocado al Madrid en el viejo Nervión, donde siempre había encajado goles en las últimas 17 temporadas. Sin embargo, el Madrid le superó en todos los ámbitos.

Preservó tan bien su área que Courtois apenas intervino. Dispuso de las únicas oportunidades del partido, ocasiones claras, construidas a través de contragolpes, intercepciones y manejo del juego. Por primera vez, el Madrid abandonó su discontinuidad, la inclinación al diente de sierra que le convierte en un equipo de momentos contradictorios, por un ejercicio compacto, sin fisuras, del primer al último instante. El Real Madrid fue, por fin, un equipo de 90 minutos.

El cambio fue tan radical que puede interpretarse como una invocación de Zidane al orgullo de sus futbolistas. Funcionó. El Madrid respondió en un partido que le examinaba drásticamente. Como es frecuente en las buenas actuaciones, la nota media fue alta, sin picos ni valles en el rendimiento de los jugadores, aunque de nuevo destacó Benzema. Volvió a marcar, esta vez en el típico gol del delantero centro de toda la vida, sin virguerías. Benzema es en los últimos tiempos un delantero para todas las ocasiones. Se adapta a todo, marca goles de todos los colores y agrega su clase para mejorar el juego de ataque del Madrid. Es el jugador de referencia en el Real Madrid actual. Nadie lo sabe mejor que Zidane.