Cómo juega Karim al fútbol
Durante las turbulencias del año pasado me gustaba repetir una broma sobre Benzema: "Me lo imagino en el vestuario preguntando en bajito a Kroos: Oye Toni, hace mucho que no viene Lopetegui, ¿no?". Es divertido imaginar a Benzema como un genio frío y despistado. Unos cuantos coches deportivos estrellados han contribuido a su caricatura. Llevo diez años viéndole jugar en directo. De media suelo decir tres o cuatro veces por partido: "Cómo juega al fútbol Karim".
Benzema es el clásico jugador que odia el Tendido 7 del Bernabéu. Ni una carrera extra, ni una protesta al árbitro, ni un aspaviento de ánimo a la grada y ni una entrevista para pedir coraje a los compañeros. Se limita a jugar con delicada inteligencia haciendo con sencillez lo más difícil de este deporte: control, pase, desmarque. Y en siete de las diez temporadas en Chamartín, más de 20 goles oficiales cada curso. Este año batirá a Puskas. Mis prejuicios me llevan a pensar que a la grada odiadora, siempre muy mucho española, le inquieta que Benzema sea "gabacho" y "moro", pero es un error. Lo admito y me retracto. De hecho, en nuestra guerra civil particular —los años del Mourinhismo— eran fans de Khedira, también magrebí aunque alemán en su caso. Su antipatía por Benzema obedece sólo a estrechez mental: que meta goles y luego que juegue. Desconocen su fútbol como carecen de gusto para un plato de estrella michelín: por ese precio me como 40 hamburguesas. Pues eso.
Donde sí escuece su origen es en París, donde nunca cantó La Marsellesa y el rácano Deschamps le castiga por el lío incomprensible del chantaje sexual. Cantona, el histórico Guy Roux y el propio Benzema creen que no juega en la selección por puro racismo. Sería de justicia poética que Karim saltara mañana al Parque de los Príncipes, metiera un doblete y cantara: "Le jour de gloire est arrivé!". El día de gloria ha llegado para Karim, del que siempre se dudará pese a ser el cuarto anotador de la Copa de Europa, a sólo 11 goles de Raúl.