El último grito del Calderón

Eduardo Galeano lo explicó: "¿Ha entrado usted, alguna vez, a un estadio vacío? Haga la prueba. Párese en medio de la cancha y escuche. No hay nada menos vacío que un estadio vacío". Paso a menudo por el Vicente Calderón y su calavera ensordece. Ya no hay goles, tampoco gradas. Sus latidos solo mueven el pecho de los que se dejaron la garganta en los duros inviernos de Segunda y en los recientes de gloria porque el frío del Manzanares atizó siempre. Sin embargo, como la sangre de Keith Richards (qué también corrió su banda en un torrencial concierto de 1982), los dueños del Atlético de Madrid se han mudado sin nostalgia. El esqueleto del estadio languidece al margen de la actualidad del club.

Un alto cargo del Atleti me dejó helado al teléfono con el siguiente argumento: "¿Quién te dice a ti que al club le interesan más los aficionados de Carabanchel que los de Pekín? Nuestra vocación es universal". Así piensan los dueños del "equipo del pueblo", como lo definen sus abonados. El último en marcar en el Calderón, Fernando Torres, se ha retirado al mismo ritmo que caía el cemento. Torres es el escudo del Atlético, el último ídolo de la grada, el heredero del penúltimo mito, Luis Aragonés, que marcó el primer gol del estadio. Y se ha retirado a 10.600 kilómetros exiliado por los que piensan que la competición no está para romanticismos.

Estado actual del Vicente Calderón.

La nostalgia nunca será estéril. El fútbol sin mitos, tradiciones y símbolos no vale nada. Detalla Totti en su autobiografía (Editorial Córner) que la oferta del Real Madrid era de 12 millones pero pensó en su madre, en los días que le recogía de los entrenamientos y decidió: "Pienso en las salidas de aire del salpicadero de su 126 con las que me secaba el pelo en invierno. La idea de decirle a mi madre que me voy al Madrid me resulta insoportable. No iré porque esa no es mi historia, mi historia es la Roma". Totti renunció a dinero, títulos, Balones de Oro… nada, comparado con formar parte de la historia de su club.