El saco de Zinedine Zidane y los 500 millones de Neymar
El ciclo sin fin. Ya no se trata del escrutinio a cada minucia ni de la presión propia de la competición ni de la obligatoriedad de ganar y gustar siempre, lo inmanejable de ser entrenador del Real Madrid es el fuego amigo, la presión interna y las filtraciones que esta semana ya aireaban la pérdida de crédito de Zidane. Nada que sorprenda, porque eso en este Madrid es un "dejà vu" con los últimos entrenadores, donde la confianza aguanta lo que entre la pelotita o lo que dure la titularidad de Vinicius. Sin embargo, en el caso de Zizou, el regusto a desagradecimiento es palmario.
Muy poca memoria. Aceptó comerse el sapo de volver a finales de la pasada temporada con nada que ganar. Las Champions conquistadas con el francés en el banquillo y con Cristiano Ronaldo en la plantilla siguen siendo los colchones en los que se sostiene la inexplicable planificación deportiva desde la salida del astro portugués del club. La ilusión, 305 millones después, anda por los suelos y sólo hay un Hazard que la levante. Si Pogba no viene, si Keylor se va, ese proyecto a medida no es el de Zidane, al que solo cabría reprocharle la marcha de Reguilón.
El que tiene boca. Es cierto que Zizou pinchó dos veces en su versión de portavoz y no estuvo fino en dos ruedas de Prensa, con lo de la marcha de Bale en plena negociación con el Jiangsu Suning chino y con lo de "mandarla a tomar por saco" después del partido contra el Valladolid. Se le daba mucho mejor tapar los temas espinosos con una sonrisa.
El árbol de Neymar. Entre unas cosas y otras, a este Madrid vintage se le ha quedado cara de Ancelotti y se agarra a que Bale y James, ahora lesionado, se reencarnen en Amavisca y Zamorano para iluminar el sombrío verano. Resulta increíble que el Madrid no entre en la operación Neymar porque mover el árbol se ha convertido en una necesidad, más allá de un buen o un mal resultado en Villarreal. Es una operación de 500 millones, sí, o de 100 por temporada y un grandísimo retorno en contratos publicitarios, que bien que se argumentaba cuando se quería justificar cualquier fichaje galáctico hace ya demasiadas lunas. Si se va al Barça finalmente, habrá que esperar para que Florentino Pérez o José Ángel Sánchez salgan a explicar por qué no se han querido tapar tres mercados después los 50 goles de Cristiano.