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Perdí a mi padre y a mi pareja el año pasado. No quiero perder mi club de fútbol, que también amo". El lamento es de un seguidor del Bury FC, equipo de la League One inglesa que está en riesgo de desaparición tras 134 años de existencia. Habla a la cámara, conteniendo el dolor. Vi el vídeo la mañana del viernes, último día del plazo dado por la EFL para que apareciera un nuevo comprador para el club asediado por las deudas. Las palabras del hincha me parecieron exageradas. Qué es eso de poner al mismo nivel un equipo de fútbol con quien te ha dado la vida y quien la compartió contigo, me dije.

Pasé después la tarde revisando junto a mi madre fotos antiguas de una caja que hemos rescatado de casa de mis abuelos maternos, ya fallecidos. Aquellas imágenes en blanco y negro o descoloridas por el tiempo me mostraban mi pasado, mi familia, mis orígenes. En muchas de ellas, el Athletic Club estaba presente: banderas en celebraciones, viajes siguiendo al equipo, fotos en las que aitite, mi abuelo, que fue quien me abrió la puerta de San Mamés, posaba junto a Gainza, Iribar o Koldo Aguirre. También una postal dedicada por el jugador Jesús Rentería: "A mi amigo Pablito". Observándolas, herido de nostalgia, recordé que justo una semana antes 47.000 personas sonreíamos al unísono al salir de la Catedral, y nos abrazábamos y cantábamos juntos. En ese momento, comprendí la tragedia a la que se enfrenta el hincha inglés y me di cuenta de que había sido injusto al juzgar sus sentimientos. Para quien ha crecido en la grada, familia y club son sinónimos. El estadio es un lugar compartido con quienes sientes que son los tuyos, un lugar al que accedes por primera vez de la mano de alguien que te quiere y cuya memoria habita en ese templo.

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Por la noche, me sorprendí visitando la web de la BBC con cierta angustia. Leí que había un posible comprador para el Bury, que podría haber una prórroga para el modesto club inglés. Sonreí, aliviado por el hincha del vídeo. Me habría gustado poder darle un abrazo, transmitirle mis ánimos.