Pendientes del viento, amando las olas
Las olas están aquí, grandes o chicas. Daniel Bruch las mira desde la carpa que sirve para el descanso de los noventa competidores de la etapa de El Médano del Campeonato Mundial de Windsurf, en la que él compite. Tiene 38 años, nació en Alemania y desde los ocho años vive en El Médano, cuando sus padres huyeron de la violencia que asolaba Liberia.
El padre trabajaba en telecomunicaciones, y en Tenerife siguió el oficio, al que incorporó a Daniel cuando éste tenía veinte años. Cinco años más tarde pudo más la atracción de las olas y aquí está Daniel, varias veces campeón en las distintas especialidades del windsurf, esperando para lanzarse de nuevo al mar.
El agua de mar le sirvió en los momentos más graves o más felices, y le dio el acento canario. ¿Por qué estás de pie mientras yo te pregunto sentado? "Porque de pie veo las olas, veo cómo van cayendo, los giros que hace". Es una pasión que cada día del año, en las distintas partes de esta costa, desde La Tejita y Montaña Roja a Pelada, ofrece viento y olas a miles de windsurfistas de todo el mundo.
El Médano es una etapa del Campeonato Mundial que comenzó en Gran Canaria, pasa ahora por El Médano, seguirá en Alemania y acabará en Hawai. Por aquí pasa el campeonato gracias a la pasión de un policía municipal, José Manuel Morales, que hace veinte años contemplaba la pasión que desataba esa combinación de viento y olas que es el horizonte de su pueblo. "Era algo mágico". Esa magia prendió en él y ha sido heredada por su hija María, que, a los trece años, acaba de ser campeona mundial de windsurf. Ayer competía con éxito con adultas. Su padre puso en marcha y coordina este festival que depende del viento.
Para María "competir es divertido"; como rider espera seguir avanzando, y como estudiante de tercero de ESO sigue sin saber qué ha de ser de mayor. Pero algo permanece claro en su horizonte marcado por los giros de las olas: "Algo que me permita seguir con el windsurf". María es, en este pueblo y en Tenerife, la única windsurfista que compite.
A Daniel Bruch la voluntad de volar con las olas le prendió en un viaje a Fuerteventura. "Me lancé, avancé cincuenta metros sobre la tabla y tuve que volver nadando… Desde entonces la atracción no ha cesado". Su trabajo en la empresa de su padre interrumpió esa ilusión, "pero cuando cumplí veinticinco decidí apostar por mí y ser feliz". Ha estado cinco veces consecutivas en el ranking mundial y ayer por la mañana veía los giros de las olas como si ya las estuvieran montando. Daniel es ahora, además, el creador de sus propias tablas, el animador de una web que celebra el viento y que rinde homenaje a El Médano en el que renació ya varias veces a lo largo de sus 38 años.
Hasta ayer el viento se resistía. El domingo por la mañana amaneció nublado. José Manuel ya está acostumbrado a que las ventoleras jueguen estas malas pasadas en El Médano. Pero, de pronto, las olas se encresparon, el viento se comportó y el enorme tinglado que gira en torno al windsurf se puso en marcha como un homenaje luminoso al mar en el que criaron su ansiedad de competir Daniel y María. Pendientes del viento, amando las olas.