Más ebikes, más kilómetros, más salud, más negocio
La expansión del ciclismo eléctrico se mantiene imparable y cada día aumentan los aficionados que se benefician de sus ventajas.
Cada día somos más. Y no me refiero a la simple percepción que se aprecia en los caminos, que también, sino a los datos afianzados correspondientes a 2018: las bicicletas eléctricas continúan en un auge imparable y están imprimiendo un nuevo impulso al sector. La Asociación de Marcas y Bicicletas de España (AMBE) cifra el crecimiento de las ventas de ebikes durante el pasado año en nada menos que un 54,5%, frente a una caída general del mercado del 6%, más preocupante incluso en el caso de las de montaña al retroceder el 11,2% respecto al ejercicio anterior.
No se trata de sacar pecho, aunque podríamos hacerlo, tan sólo de constatar que el fenómeno de las pedelec ha llegado para quedarse pese a que algunos sigan siendo reacios a admitirlo. Aunque eso ya es lo de menos, estamos en el punto de ignorar cualquier desprecio hacia las ebikes, proceda de dónde proceda y casi siempre instalado en el desconocimiento o intereses particulares. Lo indiscutible es que los practicantes del ciclismo con asistencia eléctrica somos cada día más y con una utilización de la bicicleta bastante exhaustiva.
En este aspecto carezco de datos estadísticos como los que maneja AMBE, me baso simplemente en impresiones particulares tras consultar con aficionados a las ebikes y comprobar que su planteamiento es casi siempre idéntico: no sólo utilizan con mayor frecuencia su bicicleta, también hacen salidas más largas y las disfrutan más que antes.
Se sienten más en forma, más sanos y más satisfechos tras haber superado prejuicios inconsistentes para decidirse a exprimir una tecnología que ha cambiado para siempre la forma de entender este deporte. ¿Qué quizá es otro diferente al ciclismo convencional? Pues puede ser, pero ¿importa esto en realidad?
El tiempo da o quita la razón y el fenómeno de las ebikes no ha hecho sino comenzar, se encuentra en pleno proceso de afianzamiento y expansión, mucho es lo que nos queda por ver, descubrir y disfrutar. A mí me encanta ver cada día a más aficionados que practican el ciclismo que antes en modo alguno lo habrían hecho, que mejoran su forma física y afrontan desafíos impensables en otras circunstancias. De hecho, encuentro más sentido a que alguien de edad avanzada o con sobrepeso pedalee en condiciones seguras que sufrir viendo a esos ciclistas sin una preparación mínima, al borde del colapso, intentando ascender una pendiente que claramente les sobrepasa.
Por supuesto que cada cual entiende el ciclismo como considera y desde ese respeto deben convivir todas las modalidades. Lo que no comparto ni admito es el menosprecio hacia las ebikes, la realidad está demostrando su acierto y pretender ignorarlo es sólo propio de necios o intransigentes.
Una reflexión final para no extenderme mas de lo necesario. Las ebikes se han convertido en la tabla de salvación de la industria de la bicicleta, lo que en definitiva beneficia a unos y otros. Aunque en 2018 se vendieron, como decía al principio, menos bicicletas que en los doce meses precedentes, el precio medio global se incrementó en un 17%, obviamente por el efecto de las pedelec: su factura media fue de 2.165 euros, que superan con mucho los 704 euros de las mountain bikes e incluso los 1.755 euros de las de carretera (siempre según los datos de AMBE).
Sin olvidar, claro está, sus efectos en la facturación correspondiente a equipamiento, piezas y accesorios, partida importantísima para los profesionales del sector y que debe verse incrementada por ese uso intenso de las ebikes al que me refería con anterioridad.