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PLANETA E-BIKE

Con e-bike o sin ella, respetar para que te respeten

La convivencia entre los ciclistas se basa en compartir el espacio común sin provocar tensiones innecesarias.

Con e-bike o sin ella, respetar para que te respeten

Decidí salir a dar una vuelta. No tenía mucho tiempo pero me apetecía rodar después de demasiados días sin hacerlo, aunque apenas fueran un par de horas. Marchaba yo tranquilo por un camino algo estrecho, para calentar un poco las piernas (ya sabéis que en las e-bikes cuesta algo más) y absorto en mis pensamientos: ese problema de trabajo, aquella pequeña preocupación doméstica, lo bonito que se va a poner el campo con las primeras lluvias otoñales…

Algo distraído, pues, hasta que a mi espalda un par de voces me sobresaltaron. ‘¡Paso, paso!’, me gritaron desde atrás sin que al volver la cabeza ni siquiera me diera tiempo a ver quién me seguía. Me aparté de inmediato hacia la derecha, quizá fueran un par de competidores preparando su próximo desafío y no quería ser yo quien les rompiera ese ritmo de carreras. Al mismo tiempo, me disculpé por si había estorbado, acompañando mi ‘perdón’ con un gesto de la mano. Ellos ni giraron la cabeza…

Bueno, yo a lo mío. Había salido a disfrutar y no me iba a coger un calentón por encontrarme con un par de quemadillos. Dos personajes que, apenas me superaron, se pusieron a rodar en paralelo delante de mí bloqueando el camino. Pensé que pronto me dejarían atrás, así que sin problema. Pero no. Resulta que continuaron a mi misma velocidad y hablando de sus cosas: que si mi mujer se enfada cuando me voy con la bici o que si mi jefe es un capullo. Lo normal…

Me mantuve tranquilo a su rueda. Quinientos metros, un kilómetro, otro más. Ya me parecía suficiente, apresurar a alguien sin necesidad se me antoja una osadía que ya no me apetecía tolerar. “Si me hacéis un hueco, os lo agradezco”, comenté con tranquilidad y sin elevar lo más mínimo el tono, no hacía falta porque estábamos prácticamente pegados. El que circulaba por la izquierda, movió levemente la cabeza y sin mediar palabra aunque con cierta desgana, se desplazó a la derecha para dejarme pasar. “Gracias”, volví a decir mientras apretaba con mas fuerza los pedales, bajaba un piñón y una sonrisa muda se dibujaba en mi cara.

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Y entonces, por primera vez desde que me he pasado a esto de las bicicletas con asistencia eléctrica, abusé, lo reconozco. Mucho. Pase del modo Eco, que utilizo con ayuda mínima del motor, al Trail para dejar atrás a mis nuevos amigos en menos de 200 metros. Un kilómetro más allá ni les veía y aunque por un lado me sentía satisfecho, por otro tenía dudas sobre si había actuado correctamente. La necedad no debiera ser contagiosa…

Así que algo más adelante me detuve, para beber un poco y también para quitarme de la cabeza la impresión de que había pecado de prepotente. No quería continuar la excursión dándole vueltas a tal chorrada. En eso estaba, a un margen del camino, cuando de nuevo escuché llegar a los profesionales que, desde luego, venían comentando la jugada. “Le da al botón y listo, así cualquiera…”, adiviné a oírles. Pues sí. Le di al botón y en ese momento me alegré de haberlo hecho, de dejar esa muesca en el ridículo amor propio de semejantes personajes. Ese tipo de individuos que, en bici, en el coche o en la cola del supermercado, piensan que están solos en el mundo y sus intereses son los únicos que prevalecen.

El respeto mutuo es un buen hábito cada día más en desuso y yo, supongo que con la edad, me he vuelto bastante intolerante a su ausencia. Ya comenté aquí que creo que los ciclistas eléctricos debemos ser los primeros en dar un paso al frente por la convivencia con el resto porque, nos guste o no, muchos siguen sin vernos con buenos ojos. Personalmente así lo continuaré haciendo y jamás pienso alardear de algo tan patético como llevar un motor dentro del pedalier. Pero tampoco voy a aguantar estupideces de tipos que no entienden que para que te respeten también hay que respetar…