De cómo Maradona devoró a Diego
Anda por las pantallas una película documental sobre el fulgor y la caída de Maradona que nadie debería perderse. Obra de Asif Kapadia, al que ya se debe una magnífica pieza similar sobre Ayrton Senna, es un documental de magnífico ritmo, sin otra voz en off que testimonios bien escogidos y sinceros, el principal de ellos el del propio Maradona, del que hay confesiones imponentes. Magníficas imágenes de fútbol que nos recuerdan la belleza impagable de su juego, y también de lo que no es fútbol, algunas íntimas y entrañables, otras sórdidas, del brazo de Carmine Giuliano, el hombre de la Camorra que le manejó.
Ahí habla mucha gente que le quiere y que le entiende, y que asistió impotente, como él mismo, a su pérdida de contacto con la realidad, a su degradación. Su hermana, su mujer, su preparador físico, Signorini, un periodista de gran confianza, Daniel Arcucci... Él mismo no tiene reparo en contar cómo, a partir de un tiempo de estancia en Nápoles, hacía una vida de puro crápula desde el domingo, tras el partido (con un breve paso por casa, para saludar a sus dos nenas), hasta el miércoles. De jueves para adelante se reactivaba como futbolista y se preparaba para el siguiente partido, que jugaba indefectiblemente bien.
Menotti dijo en su día, con su tino característico, que Maradona fue como un gato al que alguien subió a un árbol y ya no supo bajar. Signorini ofrece otra imagen muy buena: hubo un Diego, un chico encantador, y un Maradona, personaje mítico cada vez más extraviado. Alternaban, pero con el tiempo Maradona devoró a Diego, como Míster Hyde al Doctor Jekyll. Eso cuenta esta película, retrato perfecto de una vida que empezó feliz y terminó atormentada cuando, como dice la hermana “la coca le dobló el brazo”. Todas las respuestas a todas las preguntas sobre la caída de Maradona están ahí. Una obra de arte y un gran ejercicio de periodismo.