Un aluvión que pone en jaque a los viejos trofeos
Pocas cosas hay más ilusionantes que el fútbol de verano. Nos hace volver a la infancia, a aquellos años en los que esperabas los cromos de la nueva temporada y aguardabas ansioso ese regate milagroso del último crack que había fichado tu equipo. Luego, Laurie Cunningham sacaba un córner con el exterior y poco más, Ito se perdía en mil y un regates y Johnny Metgod era un simple poste de la luz. Hablo del Real Madrid, sí, cada uno tiene sus manías, de ese Real Madrid que ahora vive sus pretemporadas lo más lejos posible de Chamartín. Una moda a la que se apuntan otros clubes de LaLiga, que registra hasta la fecha 255 altas y un total de 1.091 millones de euros en fichajes. Casi 400 más que la Premier, por dar un dato.
Los veranos pasan y los trofeos quedan, aunque no todos. Algunos se tambalean, es el caso del Colombino, que aún no tiene cartel; otros se aplazan por las obras (Bernabéu) o cierran su programa in extremis, como el Teresa Herrera (el Depor jugará finalmente con el Betis); y los hay que recurren al lifting, como ese Ramón de Carranza de copa imponente (metro y medio de altura y sesenta kilos de peso, en su día la más valiosa del mundo) que por primera vez en su historia lo disputarán equipos femeninos. Nuevos tiempos, nuevos veranos, las mismas ganas de fútbol.