Neymar ya no sabe qué disparate decir

En vísperas de su regreso de vacaciones, Neymar aprovechó un vídeo publicitario para comentar que su mejor momento en un vestuario “fue tras esa goleada al París”. El París, el PSG, es su club actual, el que pagó 222 millones por él y le entrega un salario de 37 limpios al año. Aquella caída en el Camp Nou por 6-1, en la que Neymar hizo el que para mí fue su mejor partido en el Barça, es el mayor trauma en la historia del equipo parisino. Él tiene todo el derecho a ser feliz con ese recuerdo, pero el comentario es de una falta de sensibilidad tan extrema que sólo se puede entender como una provocación calculada.

Neymar se está erigiendo en el arquetipo del jugador desentendido de cualquier consideración por el prójimo, modelo cada vez más frecuente. Caprichoso, adorador del dinero y sin oídos para otra cosa que no sea su corte de aduladores. Ayer mismo escribía Vila-Matas en El País que “todo el mundo sabe -y aquí ‘todo el mundo’ tiene pleno sentido- que desde hace dos años Neymar no ha jugado al fútbol”. En el Barça alternaba extravagancias como lo del cumpleaños de la hermana con partidos brillantes. Era un futbolista de verdad, un futbolista grande. Aspirante, él sí, a sentarse en la mesa de Cristiano y Messi.

Ahora todo es extravagancia, cuando no lesiones, y nada nos recuerda aquella época. Pero Messi y Luis Suárez le añoran y aprietan a Bartomeu para que le repesque, al tiempo que él aprieta al PSG para que le echen y ya no imagino qué es lo siguiente que se le ocurrirá decir con esa intención. Bartomeu se ha gastado lo último que le quedaba en Griezmann, adquisición más barata y prudente, y ahí se parapeta. A Florentino siempre le tentó Neymar, pero hay voces sensatas en su entorno que le frenan. El que iba a ser el gran jugador post Cristiano-Messi ahora sólo es una gran hipoteca. La tendrá que pagar el PSG, que fue el que la firmó.