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La Euroliga ignora a la ACB

El baloncesto es amigo de montar en el mes de julio alguna marejada, cuando no es un tsunami. A la espera de lo que ocurra la próxima semana en la Asamblea de la ACB, donde todavía no está claro que vaya a prosperar la reestructuración de su modelo de competición, la Euroliga ha empezado a avivar el oleaje con la modificación radical de los requisitos de acceso a su torneo para la temporada 2020-21. Las ligas de España, Alemania, Rusia y Adriática se quedan sin plaza directa por méritos deportivos. A cambio se designarán tres invitaciones, y la Eurocup dará dos puestos, en lugar de uno. Es decir, la Euroliga tendrá la autoridad de decidir una parte de sus participantes a dedo. Si no me gusta el Gran Canaria como primer clasificado de la ACB, lo dejo fuera. Si me gusta más el Valencia o el Málaga, va dentro.

Evidentemente, España no se va a quedar excluida. Como mínimo tiene tres equipos fijos, Madrid, Barça y Baskonia, que son dueños de licencias. También es factible que alguno entre vía Eurocup. Y, si no, siempre queda la wildcard. El problema aquí es que la Euroliga rompe la esencia tradicional de la clasificación, y la sustituye por la arbitrariedad y el capricho. La ACB, por supuesto, está que trina. Ya se ha visto obligada a retocar su calendario por el adelanto de la Final Four continental, y ahora se encuentra con esto. En realidad, la Euroliga sólo ha dado otro paso para controlar su competición, para vetar lo que no le gusta y para abrazar lo que le enriquece. Esta guerra no se ha perdido aquí. Se perdió el día que las federaciones cedieron el control. Ahora las normas las pone el organizador. Sin ningún derecho a réplica.