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Nadal, Bautista y la fe ciega

La última vez que se enfrentaron Rafa Nadal y Roger Federer en Wimbledon, el 6 de julio del 2008, dejaron para los restos una obra de arte en forma de final. Un partido que se extendió a lo largo de 4h:48. Que comenzó a las 14:36 y acabó a las 21:16 cuando el suizo estrelló un drive en la red y el marcador reflejó 6-4, 6-4, 6-7 (5), 6-7 (8) y 9-7. Una brutalidad bella y dramática, con dos interrupciones por lluvia. "La mejor de la historia", para Sport Illustrated. "El partido más grande que haya visto nunca", lo definió John McEnroe. La sublimación de una rivalidad legendaria. El terrícola, tomaba al asalto el All England donde el suizo llevaba ya cinco títulos (ocho suma en total).

Una victoria que nació de la rabia y que define lo que es Nadal. En 2007, había perdido frente al suizo la final en cinco sets. "Estuve media hora llorando, solo, en el vestuario", confesó. Roto. Sentado en una bañera, se juró que nadie le impediría ganar el trofeo más bello del mundo. Volvió y lo logró. De los rescoldos hizo llamas. Ya tiene a tiro al que se considera mejor tenista de la historia: 18 Grand Slams por 20 del helvético. Y domina el cara a cara con holgura (24-15). Si Nadal pudo con Federer, Bautista sabe que es posible ante Novak Djokovic. Está ante la oportunidad de su vida. Debe embestir y embestir hasta la última gota de energía, con fe ciega. La que tuvo Rafa ese 6 de julio del 2008…