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El COI aprende la lección

El Comité Olímpico Internacional anda preocupado por la espantada constante de candidaturas para organizar los Juegos. No es nuevo. Recientemente, en una hábil maniobra ideada por su vicepresidente Juan Antonio Samaranch Salisachs, concedió dos sedes de una tacada para ir ganando tiempo: París 2024 y Los Ángeles 2028. La lluvia de aspirantes para los Juegos de Invierno de 2026 hizo pensar que esa crítica tendencia se había relajado. No fue así. Por el camino se fueron quedando Sion, Graz, Calgary, Sapporo… La hemorragia se paró cuando quedaban dos sedes: Milán y Estocolmo. La ciudad italiana ganó el pulso el pasado lunes, pero el proceso dejó deberes para los miembros del COI en su 134ª Sesión, que afrontó como una prioridad el cambio de las reglas del juego para facilitar la llegada de candidatas.

La Sesión se clausuró con importantes modificaciones de la Carta Olímpica: la sede ya no tendrá que ser designada siete años antes; la candidatura puede estar formada de varias ciudades, regiones o países; la Comisión de Evaluación se convierte en una Comisión de Sedes Futuras; se dará preferencia a las aspirantes con instalaciones construidas o legados sostenibles… Estas propuestas se impregnan de la filosofía de la Agenda 2020, que dio la razón a Madrid después de muerta. La elegida, Tokio, varió a posteriori gran parte de su programa, y nada pasó. Es bueno que el COI haya aprendido la lección. Ahora sólo falta que sus miembros sean coherentes con sus propias reglas y no ahonden en sus caprichosas elecciones, muchas veces en contradicción con los informes de evaluación o con el sentido común.