Pablo Laso, un entrenador de leyenda

La quinta de Pablo. Un tipo que llega a las ocho finales de Liga en sus ocho temporadas al frente de un equipo, necesariamente tiene que ser muy bueno. Un profesional que suma 17 títulos, por narices debe ser excelente en lo suyo. Un entrenador que se reinventa cada año, que ve como salen jugadores como Mirotic, Sergio Rodríguez o Doncic y que sigue dominando con puño de hierro el baloncesto de este país es, simplemente, una leyenda. En cada uno de los partidos de la serie se sacó un conejo de la chistera, en el que le dio el título tiró a muerte de la pareja que él mismo ha cocinado a fuego lento: Edy Tavares y Facundo Campazzo. El punto y la i. Jugaron completa la segunda parte. Dos jugadores que no entraban en la quiniela de los más determinantes a comienzo de temporada y que salen por la puerta grande. El argentino hace ya mucho tiempo que dejó de ser, simplemente, un base penetrador eléctrico. Defiende, aporta carácter, pide la bola cuando es caliente y ha asumido con naturalidad el liderazgo que por grave lesión cedió el gran Llull. Para explicar la evolución de Tavares, recurro a una recomendación, vean el Informe Robinson que le hicieron. Un tipo que no había botado un balón de baloncesto en su vida, ya casi en edad juvenil.

Ayer contaba el míster Óscar Quintana en Carrusel Deportivo, que en su pueblo, Torrelavega, al más grande y al más pequeño del lugar se les dice "el médico y el bastón". Qué bien ha funcionado esta pareja.

Pesic, la criptonita. Llegó para tumbar la hegemonía de Laso. Le ganó una Copa cuando el Barça estaba en la UVI. Es el técnico que más ganó al vitoriano, pero no le ha dado. Tuvo problemas con Seraphin al que apartó de la serie final, un hombre de fuerte carácter. Daimiel cazó en plena retransmisión una bronca a Heurtel que resultó definitiva en el transcurso del partido. Estaban a solo dos del Madrid, en ese fuerte reproche al francés, al que fue a buscar a mitad de la cancha, se fue todo al garete para los azulgrana. Se abre un periodo del reflexión en el club que seguramente hará que un nuevo jefe llegue al banquillo.