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Caso Cobo: la trampa no caduca

Juan Antonio Samaranch Salisachs, vicepresidente del COI, nos explicó durante un encuentro en AS que cada vez que apretaban “el botón rojo” y descalificaban a un campeón, había “un daño” para el deporte y para el olimpismo. Pero, aun así, el COI iba a continuar con sus reanálisis de ediciones anteriores, porque eso lanza un mensaje a los tramposos: “Saben que les vamos a pillar”. El plazo de prescripción actual es de diez años, antes de ocho, y eso permite que los métodos avancen para cazar infracciones que antes pasaban inadvertidas. Esta misma semana hemos conocido el caso del piragüista Sete Benavides, que heredará un bronce de los Juegos de Londres 2012. Sete se une así a una lista de medallistas olímpicos españoles que ya engrosaban Lydia Valentín (por partida doble), Manolo Martínez y Ruth Beitia.

El pasaporte biológico es una de esas herramientas antidopaje más recientes, que aplicada con carácter retroactivo detecta anomalías que antes eran invisibles. Con este sistema, la IAAF sancionó y desposeyó de su oro mundial a Marta Domínguez. Y ahora la UCI ha echado el guante a Juanjo Cobo, que perdería la Vuelta a España de 2011 en favor de Chris Froome. Han pasado ocho años. Demasiados. Aunque no tantos como en algunos de los casos olímpicos mencionados. O que en los siete Tour de Francia de Lance Armstrong que quedaron en blanco. Hay voces que defienden que para que una justicia sea justa, debe ser rápida. Otras abanderan lo contrario: si tienes un instrumento nuevo que puede ayudarte a encontrar un culpable, lo justo es utilizarlo contra el infractor. Así, de paso, el tramposo sabe que en diez años no podrá dormir tranquilo.