Doce y con tenis para trece

La generación X, a la que pertenezco como persona nacida en los 70, aquella que creció en España en el ocaso de la dictadura y en transición hacia la democracia, vivió una de las épocas doradas del tenis. No lo hizo desde muy lejos gracias al gran Manolo Orantes, que ganó el US Open en 1975, un año después de llegar a la final de Roland Garros. Le ganó un mito, Bjorn Borg, que marcó tendencia con su largo pelo rubio recogido con una cinta a rayas. Fue su primer título en París y ganó otros cinco en otras tantas finales. Parecía estratosférico lo que hizo el sueco. Pero en el siglo XXI apareció un chaval de un pueblo de Mallorca y ganó con 19 primaveras por primera vez en el Bosque de Bolonia. Era Rafa Nadal. Catorce años después ya acumula doce trofeos en doce finales. ¡El doble que Borg!

Doce Copas de los Mosqueteros, una de las mayores gestas de la historia del deporte en general, y con tenis para ganar 13, 14 y 15 si el cuerpo le aguanta a sus 33 años con esas lesiones que le atormentan y que esta temporada estuvieron a punto de quitarle la ilusión cuando tocó fondo en el Godó de Barcelona. Se rehizo porque tiene una mente privilegiada, el mejor cerebro del circuito, una personalidad de hierro que le hace infranqueable en la superficie que domina mejor que nadie, la arcilla que le ha visto triunfar una y otra vez, no importa contra qué rival. Esta vez repetía ante un Thiem mejorado, aunque sea cierto que llegaba a la final después de tres días seguidos de juego y con dos horas más en pista que el balear. Rafa lo vio y pasó el rodillo. No podía dejar escapar la ocasión de seguir haciendo historia. Le roi de Paris, el rey de la tierra.