Messi hereda la idea de Cruyff

Nombres propios

La gent blaugrana son nombres que se recuerdan al celebrar una gesta. Y la del Barça es para mí una historia de nombres propios. Los de mi generación tenemos dos nombres claros, e incluso preclaros. Son Luis Suárez y Ladislao Kubala. Yo llegué a ellos a través de la radio; la que venía de Barcelona se oía mejor en mi barrio del Puerto de la Cruz, Tenerife, junto a un barranco. Entonces escuchaba a Miguel Ángel Valdivieso y a José Félix Pons dar la bienvenida al campo a esos dos ídolos de la adolescencia. En la escuela firmaba las redacciones como Juan Azul Grana. Ahora le cuento esta historia a mi nieto, madridista.

El homenaje

Cualquier triunfo azulgrana ha tenido, en mi alma de barcelonista, algunas dedicatorias. Y este de ayer me llenó la memoria de nombres propios. Me acordé de Ana María Moix, la más joven de la izquierda divina barcelonesa que se acercó al Barça para romper el cerco machista que habitualmente eran las aficiones al fútbol. Ella era una apasionada barcelonista que discutía sobre técnica y táctica como si le fuera la vida (literaria) en ello. Su amigo fue Manuel Vázquez Montalbán. Vázquez Montalbán le dio sentido a la mitología del Barça. Hizo soñar que el Barça (el de Cruyff) tenía un destino. Es este.

Cruyff

Cinco años después de su muerte, este imperecedero nombre propio sigue en las huellas del Barça. Con él se rehízo el himno del club, pero también su dialéctica en el campo. Dejó de ser (como escribía Relaño en As ayer) un equipo de desengaños y empezó a ser un club que era, esta vez sí, el ejército desarmado de Cataluña que decía Vázquez Montalbán. Esa huella no ha dejado de estar, y de algún modo estuvo en el pie izquierdo de Messi cuando el menudo jugador argentino agigantó un segundo, desarmó a la defensa del Levante y disparó como si quisiera dedicárselo a su abuela y a la historia.

Ese gol

Me detendría en ese gol, porque se hizo con velocidad pero se recuerda a cámara lenta. Participó en él un número muy alto de futbolistas, también del Levante, y lo inició Dembélé con una destreza de gacela. Se removió el esférico en el área, como buscando sitio. Messi lo mandó a parar bajo su pie izquierdo. Para hacer eso hace falta una autoridad de siglos, y el rosarino la tiene. Cuando finalmente el estupor que creó el futuro de su pie paralizó a los más próximos defensas, su memoria del juego vio un resquicio en la portería. No podía mirar, ni era preciso, pero el pie de Messi ve. Y su gol no tuvo remedio.

Messi

Ahora ese es el nombre propio que la historia ha ido haciendo. El poeta Ángel González habla de lo que hace falta para que el ser pese sobre el suelo. En el caso del Barça, si el equipo fuera una persona, la de la era contemporánea se inicia en aquellos controles de Kubala, sigue en el malabarismo de Cruyff, se hace aérea en las virtudes de Iniesta y concluye, por ahora, en ese control kubalístico de Messi. Cuando ese gol entró yo estaba sentado ante un televisor, en Tenerife, donde me hice azulgrana, y sentí que estaba en la escuela firmando con aquel seudónimo y escuchando en la radio el nombre de Kubala.

LaLiga de Valverde

Lluis Flaquer es como Valdivieso o como José Félix Pons. Su voz transmite pasión. Ha dicho los partidos. Dijo "me da que LaLiga es de Valverde". Este sábado desfilaron por la cara del entrenador los gestos que se guarda mientras mira el césped. Incluso el arrebato. De él es LaLiga. Y es de Carlos Naval, y de Dolors Romero, y de Marsé, de Moix, de Pàmies, de Vila-Matas, de Serrat, de mi amigo Paco, de tantos barcelonistas que vienen de una larga historia en la que también hubo desengaños. De Piqué. De Ter Stegen. Ahora tot el camp es un clam de merecida alegría.

La frase

"Tot el camp es un clam, som la gent blaugrana", 'El cant del Barça', letra de Jaume Picas y Josep María Espinàs. Música de Manuel Valls