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Los caños del placer de Messi y el túnel del terror de De Gea

Un pequeño abusón. En esa ecuación de espacio y tiempo que Messi maneja como nadie en la historia del fútbol, el argentino ve un pasadizo donde la mayoría sólo ve piernas. Su facilidad para tirar caños, antológicos los que le hizo a Fred y a Phil Jones, sólo es comparable con su calidad para encontrar los recovecos de la red, allí donde los porteros suelen dejar la toalla. A nadie le importa si el Barça empezó el partido dormido, porque desde sus primeras palabras, micrófono en mano como capitán del Barça, Messi ya había avisado que este año el objetivo era la Champions. El pequeño gigante volvió a llenar la pantalla y a dejar boquiabierto al planeta fútbol. Su jerarquía es apabullante.

El sexto Balón de Oro. Ya veremos si es capaz de llevar al Barça al triplete, pero tras el batacazo de la Juve con el Ajax, parece claro que el Leo romperá la balanza del Balón de Oro a su favor por delante de Cristiano Ronaldo. El Ajax, que nunca había ganado en Turín, ha sido capaz de tomar dos de los templos más importantes del fútbol europeo en apenas mes y medio, además de hacer añicos el ansiado choque entre CR y Messi en una final de Champions. El Ajax es una bendita delicia. La realidad es tozuda: el Madrid echó de menos a Cristiano y viceversa.

El De Gea del Mundial. No se sabe si hay que achacarlo al temor que infunde Lionel, pero el segundo disparo de Messi en el partido, esta vez con la derecha y aparentemente inofensivo, fue a buscarlo De Gea a la esquina contraria y se le coló por debajo de su cuerpo. Otro error grosero del internacional español en el peor escenario posible, esta vez con la camiseta del United. Una pifia monumental que reabre de par en par el debate nacional en la portería de España, donde David hace tiempo que perdió su estrella, con la mofa del Camp Nou incluida.

De Rakitic a Coutinho. Acabe como acabe la temporada, no cabe duda de que el croata se habrá consagrado como uno de los mejores del mundo en su demarcación esta temporada. Habrá que agradecer a Valverde haberse negado en redondo a la venta del centrocampista al PSG, que se pretendía desde la directiva para hacer caja. Un futbolista de corte y confección superlativo. En el otro lado de la balanza, el desquite de Coutinho. Los dedos en los oídos, jurando en arameo, quedará como la imagen del festejo del golazo del brasileño. Coutinho se ha sentido incomprendido desde su llegada al Barça. Esta vez, en su versión Liverpool, redondeó su partidazo con un gol de bandera, con su clásico golpeo al palo más alejado. Los pitos duelen y la herida de Coutinho se ha reabierto.