Centrocampista distinguido, con buen golpeo de balón, desplazamiento y llegada. Fino. Elegante. Un danés de la época. Un rubio bigotudo. Decían, cuando Laudrup empezó a brillar, que era el Michael de los pobres.
Se ganó el pseudónimo de gran danés y el cariño de los parroquianos de Sarrià durante los siete años que defendió el escudo hasta que Clemente lo convirtiera en su ‘nuevo Sarabia’ y lo relegara al banquillo obligándole a salir del club, sin jugar, en su último partido en el mítico y mundialista estadio.