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Un Bernabéu espectacular, pero es más importante hacer un equipo monumental

La envolvente de Florentino. El presidente del Real Madrid va a hacer buena la máxima de que "los millones en el campo y no en el banco", aunque la hipoteca para el estadio digital del futuro va a ser de órdago. La solvencia para rentabilizar dicha inversión está fuera de duda, porque es de lo que sabe el presidente, pero más allá de tener el mejor marcador, el museo más impresionante, la famosa cubierta, los cambios urbanísticos y una zona de ocio envidiable, habrá que invertir para tener el mejor equipo del mundo, tan monumental como el estadio que se dibuja en el vídeo. Para diseñar el próximo gran Madrid no hay tres años.

Los recuerdos del templo. Más allá del tufillo político que destilan este tipo de presentaciones, resulta imposible no sensibilizarse con los impresionantes recuerdos futbolísticos del viejo Chamartín, al son del Nessum Dorma. Como los que preparan las piezas audiovisuales no dan puntada sin hilo, se recrearon en el Madrid de Bernabéu y en los cuatro galácticos, incluido Beckham. El próximo Bernabéu debería también destilar el aroma de los valores de otros grandes madridistas como Pirri, Camacho, Sanchís, Hierro, Chendo o Del Bosque o esa estirpe que consiguió mantener la cadena de la grandeza intacta.

La ilusión de la afición. Es importante que el deseo de Florentino por ponerle un colofón monumental a su obra sea compatible con el anhelo de una afición, que está ávida de renovar sus ilusiones después de una temporada aciaga. La reconstrucción del equipo es más importante que la magnificencia del estadio, no vaya a ser que el envoltorio tenga más sustancia que el equipo.

La semántica de Zidane. El que pocas veces desentona en la imagen que proyecta es Zinedine Zidane. En estos tiempos de palabras gruesas y de poca reflexión, pide respeto para los que han escrito los éxitos de la historia reciente del club blanco. No le gusta que se hable de limpieza, aunque, de manera inevitable, reconoce que habrá cambios significativos a final de temporada. Zizou, como con el balón, hace malabares para proclamar su deseo de que venga Pogba o de que Varane se quede, pero pide no precipitar el futuro. Zidane vuelve a ser el guardián del fútbol. En su magnetismo para atraer estrellas y en su capacidad para hacer equipo están depositadas las sonrisas del Bernabéu del futuro.