El poderío del deporte femenino

En el vestíbulo, en el ascensor, en el comedor… por cualquier lugar del hotel era fácil coincidir con las premiadas en la Gala que la Asociación Española de la Prensa Deportiva celebró el lunes en La Nucía. Me acompañaban personas que, teniendo cierta relación con el deporte, no llegaban a identificar a nuestras campeonas.

“¿Esa quién es?”, me preguntaban. “La primera española en proclamarse campeona olímpica”. “¿Y aquella?”. “Campeona olímpica en salto de altura”. “¿Y las tres de allá?”. “Campeonas del mundo de motos, boxeo y kárate”. “Esas dos también deben ser deportistas, ¿verdad?”. “Pues una es campeona olímpica de hockey, y la otra, subcampeona de waterpolo”. “¿Aquella alta?”. “La primera mujer del mundo en escalar los catorce ochomiles”. “¿La rubia y la morena de allí?”. “Una tiene dos medallas de oro en los Juegos; la otra, oro y bronce en yudo”.

Según detallaba los méritos de estas mujeres, me iba dando cuenta de que en tiempos no tan pretéritos, esta relación hubiera sido pura fantasía. ¡Ni las extintas RDA o URSS! Horas después, la imagen de las Grandes Damas sobre el escenario expresó el poderío del deporte femenino español, poderío que se queda corto con el presente que vivimos.

Porque ahí no estaban las 21 medallas de oro, 15 de plata y 11 de bronce que suman Mireia Belmonte, Lydia Valentín y Carolina Marín en Juegos Olímpicos, Mundiales y Europeos absolutos. Mireia-Lydia-Carolina, un triunvirato tan increíble como el Nadal-Gasol –Alonso, que eleva el deporte femenino a lo más alto.