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Escolà, el 'Catedrático' que se vendaba la rodilla sana para despistar

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David Salinas. En un mundo en el que las estrellas del fútbol se entrevistan a sí mismos, basan su importancia en la cuantía de los contratos que firman y en los seguidores que tienen en las Redes Sociales, resulta necesario reconocer figuras como la de David Salinas, periodista y casi arqueólogo del fútbol, acaba de publicar otro de sus libros que son una pequeña joya para paladares exquisitos: Josep Escolà el catedrático del fútbol. En el que relata la apasionante vida del que hasta hace unas semanas era el quinto máximo goleador de la historia del Barça, pero un desconocido entre los propios seguidores culés

Rodilla vendada. Nacido en Sants en 1914, Escolà se dio a conocer en la UE Sants antes de pasar al FC Barcelona donde jugó de los 19 a los 34 años, algo insólito en aquella época de fútbol extremadamente duro (y sin cambios) marcando 118 goles en 191 partidos. Empezó de delantero, pero su extraordinaria clase, por algo era conocido como "el catedrático", le permitió jugar como interior. Acabó sus días con las rodillas machacadas por las patadas. Cómo debía ser la cosa, que Salinas explica que cuando salía a jugar tocado, se vendaba aparatosamente la rodilla sana porque sabía que su marcador le daría todas las coces en la vendada y así podía conservar la maltrecha.

Músico y francófono. Escolà fue un jugador atípico en su época como lo hubiera sido en la actualidad. Hombre de una vasta cultura, tocaba el piano y compuso la banda sonora de un par de películas. En los interminables viajes (el desplazamiento a Sevilla entonces era de 28 horas de tren) leía a los clásicos franceses... En francés, claro. Su afición a la escritura y su meticulosidad han permitido reconstruir la gira que el Barça realizó por México durante la Guerra Civil para recaudar los fondos que permitieron la supervivencia del club. Escolà llevaba un diario en el que anotaba con precisión máxima las actividades diarias del equipo.

El mejor. Tras la gira, Escolà jugó dos años en el Séte francés con Balmanya y Raich. Cuando regresó a España, le suspendieron dos años. Sólo las buenas relaciones de Samitier, entonces entrenador, con Franco permitieron que regresara antes. Aprovechó para casarse con su novia en Montserrat. Tuvo dos partidos de homenaje y el Ayuntamiento le regaló un reloj. Ese día, Samitier le dijo a su hijo: "Nano, tu padre ha sido el mejor jugador catalán de la historia... después de mí, claro". Lean esta joya.