Elogio (moderado) a Solari en el aterrizaje de Zidane
Cuatro goles en Pucela no le han servido a Solari para mantenerse como técnico del Real Madrid. Aunque se le había extendido el contrato hasta junio de 2021, nunca abandonó su condición de entrenador provisional, señalada desde su designación como sucesor de Lopetegui. Uno duró cinco meses; el otro, cuatro meses y medio. Es casi imposible no sentirse técnico interino en el Real Madrid. Es la esencia del angustioso trabajo que espera a sus entrenadores.
Zinedine Zidane sustituye a Solari, no sin sorpresa. Faltan dos meses y medio para terminar la temporada y el Madrid no tiene otro objetivo que mantenerse entre los cuatro primeros. La tarea se antoja fácil, pero la hinchada no disimula su fastidio. El equipo necesita ganar y dar algo de brillo a su juego. Lo que ocurra será más fácil de digerir con Zidane que sin él. A esa carta de prestigio se ha agarrado Florentino Pérez.
Zidane, que rechazó la oferta de renovación de su contrato tras la final de Kiev, regresa con una autoridad ilimitada y, se supone, que con las suficientes garantías en el mercado de fichajes.
Zidane asume un riesgo que no correría si hubiera esperado hasta el final de temporada, pero hasta ahora nunca le ha abandonado su fina astucia. La necesitará para acabar con la división en la plantilla, un montescos contra capuletos escenificado de alguna manera por reguilones y marcelos.
También requerirá del olfato para detectar las necesidades de un equipo donde la mayoría de los jóvenes no progresan y las figuras envejecen. Por delante tiene un reto de enorme calado, aunque todo indica que su posición iguala o supera a la de Mourinho en su fragoroso trienio.
Se va Solari en medio de una temporada desquiciante. Se fueron Cristiano y Zidane. Se fichó a Lopetegui en las vísperas del comienzo del Mundial de Rusia. Los fichajes fueron escasos y poco estimulantes: Courtois, Odriozola y Mariano. La explosión de Vinicius, fichado el año anterior, aunque permaneciera en el Flamengo, se produjo después del despido de Lopetegui, ninguneado en el lamentable comunicado del cese.
Solari fue nombrado técnico interino y ha alargado su interinidad hasta donde ha podido. Es decir, hasta la eliminación en la Liga de Campeones y las derrotas con el Barça en la Liga y la Copa.
Solari ha acreditado más méritos de lo que aceptan sus críticos. Se le ha medido como si fuera una elección de tronío. No fue así. Se le rescató del Castilla cuando el Madrid figuraba en la novena posición, a siete puntos del Barça. No tenía experiencia alguna en la Primera División. No sospechaba que tramitaría una de las situaciones más complejas del Madrid en los últimos 15 años. Se le pidió mano firme y la utilizó para promover a Lucas Vázquez, Reguilón y Vinicius, probablemente los tres mejores del equipo en los últimos cuatro meses, junto a Sergio Ramos. Extendió su firmeza de criterio a Isco, Marcelo y Bale.
Construyó un equipo que pareció despegar con las victorias sobre el Sevilla y el Atlético de Madrid, el excelente partido frente al Barça en el Camp Nou y la victoria en Ámsterdam, donde las deficientes señales en el juego fueron compensadas por la victoria. Así ha ocurrido frecuentemente en los recorridos del Real Madrid por la Copa de Europa. Se decía que sus decisiones se correspondían con las órdenes de Florentino Pérez. Si fuera así, resultan difíciles de explicar los casos de Marcelo y Bale, dos eternos favoritos del presidente.
Solari encontró un equipo, pero no acertó con la tecla en la plantilla, quizá porque su provisional posición no le hacía fuerte a los ojos de algunos jugadores. Su fortuna giró con la derrota ante el Girona en la Liga. Descansaron los habituales de su equipo y fracasaron los disgustados y famosos suplentes. Ahí se debilitó tanto Solari que la victoria contra el Levante sólo sirvió para proclamar la altanería de Kroos y de Bale.
La grieta estaba abierta y no se cerró. Al contrario, la semana negra (Ajax y dos veces Barça) le abocó a una situación sin arreglo. Deja el equipo con Vinicius como bandera, sin comprometer al club, con elegancia en las victorias y en las derrotas, asediado por una situación que nunca imaginó cuando dirigía el Castilla y con un solo lunar: los desagradables minutos que concedió a Isco frente al Barça después de negarle jornada tras jornada la titularidad y de sacarle de las convocatorias en más de una ocasión.