Piqué enciende la luz
Y Dembélé la reenciende. El Barça tardó en descubrir que en la oscuridad se vive peor, el Rayo incendió la portería azulgrana con un gol perfecto, y el equipo azulgrana se hizo tan vulgar que parecía haber llegado sin concentración ni ilusión ni ganas. Pero en esto llegó Piqué, que se ha tomado tan serio el fútbol como la vida pública. Valdano resumía ayer en El País la múltiple actividad del central azulgrana. Anoche sólo hizo fútbol, de gran categoría, dispuso al equipo para la remontada, y poco a poco hizo que la defensa se contagiara de su espíritu. El Rayo confrontó entonces su ilusión con la realidad.
La realidad del Barça es Messi, claro, pero a veces este enorme creador de fútbol le cede el sitio a un recién llegado (al fútbol y al Barça). Y Dembélé se ha tomado en serio esa función de acelerador de partículas dormidas. Su presencia en el campo despertó en el Rayo el miedo que habita los cuerpos heridos e hizo un trabajo que Luis Suárez culminó con la eficacia con la que suele remontarse desde la nada. El Rayo se dejó ir después de esos relámpagos, pero también despertó, antes del 3-1, como si se acordara de su posición en LaLiga y, también, de lo que les había dicho Míchel. Había que trabajar, luchar arriba, buscar el cielo desde el infierno. No inquietó mucho, pero desde el pozo trató de sacar agua clara. Ya estaba avisado el Barça, y allí estaba Piqué, encendiendo la luz también en la defensa. Ya el Barça no sueña, administra.