La biomecánica, una herramienta para mejorar rendimiento y salud
Con un estudio biomecánico, conseguiremos reducir un sinfín de dolencias que se derivan de una mala posición sobre la bicicleta y llevar una postura más natural
En todo el tiempo de este blog apenas hemos hablado de biomecánica. Entre otras cosas, porque es un asunto complejo y sobre el que hay que partir con un nivel de base muy bajo para ir entrando en materia. Pero no cabe duda de que se ha convertido en un aspecto fundamental del ciclismo. Y no sólo del profesional.
¿Por qué es tan importante? Bueno, en primer lugar porque el cuerpo humano no está diseñado realmente para andar en bicicleta. Que nos gusta mucho y tiene muchos beneficios, sí, pero también conlleva asumir durante un buen rato una postura antinatural. El ser humano puede andar, correr, saltar, trepar –en esto quizás tampoco es que seamos unos maestros- o nadar porque ha ido adaptando el cuerpo a situaciones y superficies a lo largo de la historia para sobrevivir.
Mas nunca le ha hecho falta montarse en una bici para ello. Y apoyar el peso del tronco en un sillín tampoco. Así que lo que hace la biomecánica es ajustar nuestra postura en la bici para que el pedaleo se adapte lo más posible a las particularidades de nuestro cuerpo y de este modo prevenir lesiones y dolencias varias. La reiteración de esfuerzos en una posición no adecuada acaba provocando tendinitis, sobrecargas, problemas de cuello, lumbar o espalda y un sinfín más de problemas que terminarán por amargarnos la existencia ciclista.
En este punto y después de haber explicado, creo, por qué se utiliza la biomecánica, considero importante recomendar que todo el mundo que quiera ir entrenando, haciendo marchas y ponerse en forma en definitiva, se realice un estudio biomecánico con un profesional, porque ningún consejo que pueda dar yo aquí estará adaptado a una persona en concreto y no voy a jugármela en poder ‘cargarme’ a una criatura.
Lo normal es que antes del estudio en sí –o sea, antes de subirnos a la máquina- se haga una exploración y valoración inicial. Es importante porque de ese modo el biomecánico conocerá las singularidades de nuestro cuerpo. Posibles acortamientos y compensaciones, inclinación de articulaciones, si hay rotaciones de cadera, ligeras desviaciones de columna… en definitiva un montón de detalles que varían mucho lo que luego se vea en el estudio.
Después, ya sí, habrá que subirse a un rodillo y que el profesional vea qué hacemos. A partir de ahí, y tomando imagen de nuestro movimiento, podrá ir efectuando cambios en la posición y diversos ajustes. Primero del tren inferior, con el ajuste de las calas, la colocación del sillín y demás. Luego se suele pasar a “lo de arriba” con la posición del manillar y la longitud de la potencia. Con esto, más o menos, ya estaría. Los estudios biomecánicos pueden –y si están bien hechos, casi diría que deben aunque también depende de lo ‘descompuestos’ que vayamos de serie- llevar un buen rato. El último que me hice, que también incluía una prueba de esfuerzo, duró prácticamente tres horas y media. Había mucho que arreglar.
A partir de aquí, ya podemos volver a empezar las rutas y entrenamientos. Pero eso sí, teniendo claro que se trata de un proceso en el que hay que adaptarse. Por eso los primeros días podremos notarnos un poco raros, al no estar habituados a las nuevas posiciones. Con el paso del tiempo –y no demasiado- empezaremos a notar los beneficios en rendimiento… y, lo más importante, en bienestar.