Bale y los engaños
Cuando Florentino Pérez presentó a Bale en el palco del Bernabéu, un 2 de septiembre de 2013, concluyó su discurso de bienvenida con un mensaje premonitorio y propio de la industria del espectáculo: "Comienzan nuevas emociones". Eso sí, le faltó puntualizar para evitar futuros disgustos. Porque el galés es una emoción en el sentido estricto de la palabra. Es acudir a la RAE, leer la primera acepción e identificarle: "Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática". No sería descabellado que en próximas ediciones se adjuntara al término una imagen del de Cardiff. Así ha vivido Bale en el Madrid durante estos casi seis años, entre el impulso y la depresión, entre no tener precio y haber costado caro, manteniendo a la afición en un estado permanente de expectación que indefectiblemente está desembocando casi en una sensación de engaño.
En los últimos tiempos, cuando observo a Bale, pienso en esa reflexión sobre el engaño que atribuyen al filósofo danés Soren Kierkegaard: "Hay dos maneras de ser engañado: una es creer lo que no es verdad; la otra es negarse a creer lo que es verdad". Cuando el presidente del Real Madrid se lanzó a fichar al galés por 101 millones, el jugador más caro de la historia blanca, lo hizo convencido de que estaba ante el sucesor de Cristiano Ronaldo, el futuro jugador franquicia del Madrid y un valor seguro para ganar el Balón de Oro. Y así lo 'vendió'. Llegaba un jugador único, con una zancada sólo vista en Jamaica y en el Grand National, con un juego aéreo imponente y con una zurda especial. La expectativa de felicidad es más intensa que la propia felicidad y el Bernabéu le abrazó con entusiasmo. Pero en estos casi seis años con la camiseta blanca se ha quedado a medias. Y no hay nada peor que eso. Tiene gol, pero ha alternado capítulos espectaculares (su carrera de purasangre que dio una Copa al Madrid; el gol de cabeza en la Décima; el doblete, con chilena incluida, que dio la Decimotercera en Kiev…) con largos periodos de decepción, apatía y falta de ambición y salud.
Bale no es culpable de la altura en la que colocó Florentino el listón, pero sí aparece en su cuenta de responsabilidades la falta de ambición e implicación, la aparente ausencia de interés en adaptarse a Madrid y al Madrid y unas exigencias por ser titular que nunca justificó de manera continua sobre el césped. Su última demanda (al menos pública) la hizo tras la final de Kiev. Su doblete en la final contra el Liverpool le animó a decir aquello que puede resumirse en un "o juego más o me voy". Florentino, que le envolvió en privilegios nada más llegar, consideró que este año sí, que con Cristiano con un pie fuera (en aquella final ya avisó de su marcha) era el momento de Bale. Pero, otro año más, su rendimiento y su actitud están decepcionando. Con Cristiano se fueron también las excusas del de Cardiff, que ha visto ahora cómo un niño de 18 años como Vinicius le ha relegado. Leen en As.com que el Madrid (o sea, Florentino) pone en el mercado al galés. Tal vez el impacto del brasileño ha terminado de convencer al presidente de que lo suyo con Bale siempre fue una fantasía, un auto engaño. Ahora Vini ha abierto las ventanas, ha ventilado el Bernabéu y ha dejado entrar de nuevo un aire de ilusión para el futuro. Y eso no tiene precio.