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Es una crisis de alternativas

El Girona está en su peor momento desde que ascendió a Primera y ello se debe, lesionados al margen, a que no tiene un plan B. No lo tiene en juego, donde el 3-5-2 instaurado por Machín es inamovible y las variables que ha tratado de introducir Eusebio poco efectivas, pero tampoco en piezas: con una plantilla corta y una larga lista de lesionados, el técnico se ha visto obligado a tirar de jugadores del filial. Una situación a la que el club no puso remedio en enero (tan solo ficharon a Raúl Carnero) y que fueron capeando durante buena parte de la temporada gracias al gran rendimiento de los canteranos.

Pero el Girona no tiene un plan B, en primera instancia, porque confía en que el plan A funcione. Confían en recuperar la solidez defensiva que les brindan los tres centrales, la profundidad que genera Pedro Porro o los goles de Stuani. Confían porque este plan ya ha funcionado, no sólo el curso pasado, sino también al inicio de este. Y confían también porque este ha sido el modelo que les ha conducido al éxito, el que ha convertido a un club que se movía entre Segunda y Segunda B con una inestabilidad brutal (su propietario llegó a estar en busca y captura) en uno equipo de Primera División con todas las letras. Una historia a la que todavía le falta, sin embargo, una gran actuación en el Bernabéu.