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Diario del hincha convencido que tiene ascendencia en el Clásico

8 de la mañana. Me desperté bien. Abrazado a mi peluche favorito con los colores de mi equipo. Sólo duerme conmigo en las grandes ocasiones, la última vez que perdimos no pude dormir con él y pasó lo que pasó. Los de la mudanza me lo escondieron seguro. Eran de los otros. Estaba en el fondo de la última caja, la de los apuntes de COU. Mi mujer volvió a dormir en la otra habitación porque después de ocho años de matrimonio no puede entender que antes de un partido como este me meta en la cama con un transistor en cada mesilla de noche sintonizando cada uno una emisora diferente, "hay que contrastar", le digo. Y ella me dice que no es por la radio, que es por el peluche. Nota mental: Buscar un alargue de enchufe para la tablet, que en la cama se me acaba la batería. En la tele de la habitación tengo sintonizada la tele del club. En fechas como ésta no falla. Siempre dan partidos en los que goleamos al rival. No falla. Me hago a la idea de que somos invencibles.

12 del mediodía. Me he leído todos los diarios. En el bar, claro. No los he comprado porque salen en Internet, pero la tablet ya no tenía batería. Los que hablan del equipo rival los he leído en otro bar donde no me conocen, no vayan a pensar que... Aparento estar muy tranquilo y repito una y otra vez las teorías que escuché anoche en la radio. A los cinco minutos de conversación con desconocidos, me doy cuenta de que soy tonto y maldigo a los periodistas a los que acababa de dar la razón. Trileros.

4 de la tarde. Cada vez estoy más nervioso. La culpa es de los del bar. Me han convencido de que estaba tirado, pero no lo veo claro. Mi mujer ya no me contesta a las llamadas. Bueno, de hecho, desde primera hora de la tarde he estado sin batería porque he escuchado los podcast de los programas que ayer se me pasaron. Y los grupos de WhatsApp: 720 mensajes. A ver si alguien tiene un cargador.

8,30 de la noche. ¡Al fin solo en casa! Organizo el ritual. me pongo el pijama de la suerte, sirvo las cervezas de la suerte, cierro persianas, drogo al perro, pongo el móvil en modo avión. ¡Mierda! el modelo de teléfono de la última victoria era diferente. No creo que se note. Mi fuerza está con ellos.

12 de la noche. Hemos vuelto a perder, llega a casa mi mujer del campo, periodista deportiva, y me explica que era lo lógico. Tiene razón. Ella se va a dormir. Yo, repaso el ritual. A la próxima no me pillan. Depende de mí...