El de Sevilla no fue el Barça. Cuando acabó el partido de anoche en el Camp Nou, Lluis Flaquer dio en el clavo: show time, dijo, "es el Barça". Fue una exhibición de la armada invencible de Messi… y de Coutinho. El brasileño se reivindicó desde el penalti, sonrió por primera vez en la temporada y selló su relación con el capitán. Y Messi hizo de todo en el campo, fabricó a mano, como si fuera pan caliente, goles que marcaron otros, hasta que él instaló en la red la consecuencia de una de esas artesanías que empieza y termina como si Dios bajara al campo. El Sevilla no tenía tanto que guardar. Tuvo la oportunidad de desequilibrar el partido, pero Cillessen es un portero excelente que paró un penalti, pero a punto estuvo de regalar un gol que el Sevilla no anotó de milagro.

Messi hizo algo más: desmintió que el Barça no quiera la Copa. Todo el partido fue un desmentido de aquel Barça que jugó en Sevilla la primera parte de la eliminatoria. El Barça era el de anoche. Estaba Messi, no hay más que hablar.