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Bale regresa con sus controvertidas consecuencias

Gareth Bale remató con un gol excepcional la victoria del Madrid frente al Espanyol, que ha cobrado mala pinta después de un prometedor comienzo en el campeonato. Traslada dudas y tristeza en el campo y en las tribunas, a medio llenar en un partido que solía distinguirse por su poder de convocatoria. Es una pésima señal para el Espanyol, derrotado en ocho de los últimos encuentros de Liga. El Madrid, que amenazó con darse un paseo, se pareció durante una hora al revitalizado equipo que superó al Sevilla y al Girona, pero terminó pareciéndose al perfil que le agrega Bale, con sus virtudes y sus defectos.

Bale, futbolista de momentos espectaculares y largas desapariciones, ingresó por Vinicius en el segundo tiempo, después del típico partido del brasileño. Aunque no destacó especialmente, su contribución fue apreciable por su insistencia, verticalidad y compromiso con el equipo. Vinicius benefició tanto al Madrid en sus primeras actuaciones que el equipo ha terminado pareciéndose al joven delantero, al menos en el terreno anímico. Añadió energía y optimismo a un Madrid tristón. Durante una hora, el Madrid se impuso con el plan actual de Solari. Atacó mucho y bien, jugó casi siempre en la mitad contraria del campo y aprovechó el excelente momento de Benzema, Modric, Carvajal y Ramos. No encontró rival en el condescendiente Espanyol, permisivo en el capítulo defensivo y con pocos recursos ofensivos. Los goles señalaron la lógica: la diferencia era abismal.

El regreso de Bale suponía algo más que la vuelta de un importante jugador después de su lesión. El galés volvía a un equipo diferente al que dejó. Faltaba saber si el equipo recibiría a un Bale diferente. Entró por Vinicius, decisión más fácil de tomar fuera que dentro del Bernabéu, donde se quiere al joven brasileño. Se ha producido una adhesión natural que a Solari le conviene aprovechar y no cuestionar. Bale, el jugador perfecto para los resúmenes televisivos, acreditó inmediata su presencia. Marcó un gol de bandera, con un control exquisito y una definición perfecta. Era el 1-4. Anticipaba una goleada escandalosa, pero el partido giró tanto que el Espanyol estuvo a punto de meterse en el partido con todas las consecuencias.

Del Madrid ofensivo y solidario se pasó a la desmejorada versión que tanto daño le hizo en la primera mitad del campeonato. Se atrincheró, permitió la ofensiva del Espanyol, concedió un gol y se vio superado por un rival que apenas había dado señales de vida hasta entonces. No faltarán justificaciones a la regresión del Madrid en la media hora final. La pérdida de tensión y vigor fue muy relevante. Le invitaba la distancia el marcador, pero dejó una nota preocupante. El Madrid tiene que perseverar en el plan que ha seguido en los últimos partidos. No puede caer en una lamentable característica de las últimas temporadas: la incapacidad para oficiar un buen encuentro completo, del primer al último minuto.

Quizá no resulte sorprendente que el partido se pareciera finalmente más a la personalidad de Bale que al carácter del Madrid en las últimas semanas. Después de su golazo, el jugador galés dio toda la impresión de sentirse satisfecho, de lograr su objetivo y desvincularse del juego. No volvió a tocar la pelota. Regresó a su Barataria particular, como volvió el Madrid al desconcierto que le caracterizó en los decepcionantes cuatro primeros meses de la competición.