La ley del mínimo esfuerzo

Ganar es complicado. Siempre. Y más cuando poco a poco vas entrando en la segunda vuelta, momento en el que todos los equipos comienzan a apretar sacando el orgullo cuando comienzan a olisquear el peligro. El Barcelona lo vivió y sufrió en Montilivi, un estadio coqueto, bonito, que se prepara para sufrir en amarrar la permanencia y en la que sus aficionados comienzan a echar de menos sumar tres puntos. La realidad es que el Barça suma ocho triunfos seguidos, 24 de 24 puntos, números que le refuerzan en el liderato y que le dan confianza para afrontar las curvas que vienen, que son muchas, exigentes y cerradas.

Messi remató con acierto mediada la segunda parte lo que Coutinho no supo hacer por dos veces, una al inicio (ya ganaba el Barça por 0-1) y otra al final del choque (con 0-2). Lo del brasileño asusta. Con ritmo y aparentemente en perfecto estado de forma, al atacante se le cae todo cuando lo anímico entra en escena. Ahí yerra. Sin confianza alguna, Valverde le quiso dar una nueva oportunidad. ¿Suspendió? ¿Aprobó? Eso va a gusto del espectador, pero un tipo por el que pagan tanto no puede estar esperando tanto tiempo en reaccionar.

El Barça no jugó bien, posiblemente sobrado al verse superior que el Girona y al ponerse por delante en el marcador nada más arrancar el partido. Tuvo momentos lúcidos, pero con poco, muy poco, el Girona hizo aparecer a Ter Stegen, que cumplió siempre que le llegaron. Al final, el partido de Miami se disputó en Montilivi y el Barça lo ganó con más sombras que luces, con momentos que se vio agobiado por el rival, pero al fin y al cabo, en la bodega del bus, tres puntos y el liderato. El miércoles, el Sevilla en Copa. Eso ya será otra historia. Fue un triunfo con la ley del mínimo esfuerzo.